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—¿Te estás duchando?

—No, Jimin. Me estoy regando para ver si crezco y me salen flores.

—Joder, pues date prisa porque me estoy meando.

Rodé los ojos con cansancio y a propósito, me di el placer de ralentizar el masaje que me estaba dando en el cabello mientras frotaba el champú, haciendo más duradera mi ducha. Aunque el mes de Octubre ya se había hecho presente y las temperaturas habían bajado, aquél día en especial había sido bastante caluroso y juré que si no me daba un baño urgente, terminaría derritiéndome por el sudor. Me importó poco hacerlo en la habitación de los trillizos, mi única meta en aquellos momentos era refrescarme en agua fría. También, después de insistirle a Mihua por casi media hora en que me prestara su camiseta de Tame Impala y una parte de abajo, terminó dándome unos boxers ya que todos sus pantalones me venían como dos tallas más grandes. Pero bueno, al menos la jugada no me había salido tan mal.

En cuanto salí de la ducha, me sequé lo más lento posible y me vestí con la ropa prestada, echándome un vistazo antes de volver con el resto de hombres. La camiseta me llegaba hasta las rodillas, tal y como quería.

—Como sigas así, vas a tener una colección de todas mis camisetas en tu armario —los ojos de Mihua estaban clavados en mí, con el ceño fruncido y la lengua jugando con el piercing de su labio—. Te recuerdo que todavía me debes la que te dejé tu noche de borrachera, Boo. Ya lleva un mes en tu habitación.

—Vete despidiendo de ella, ahora pertenece a mis aposentos.

—Pues si no quieres que vaya yo mismo a tus aposentos, te aconsejaría que me la devolvieses cuanto antes. Era una de mis jodidas camisetas favoritas.

—Qué pena, ahora es la mía. Queda de lujo con el resto de mi armario.

—¿Me estás diciendo que no vas a devolvérmela?

Una sonrisa ladina salió de mis labios, dedicándole la mirada más burlona que tenía. Agarré el borde de la camiseta que estaba vistiendo y tiré levemente de ella, negando con la cabeza a medida que me acercaba paso a paso a él; socarrona, disfrutando de la victoria. Esta vez era yo quien estaba molestando a Park Mihua.

—Te estoy diciendo que no voy a devolverte ni esa, ni esta.

El trillizo alzó una de sus cejas, analizando mis palabras. Así nos quedamos durante segundos, manteniendo el contacto visual en una especie de guerra de miradas. Sus ojos eran tan intensos en aquél momento que no supe descifrar en qué estaba pensando, como si tuviese algún tipo de poder y pudiese fulminarme con ellos. Sin embargo, aunque no llegó a intimidarme, sí que llegó a distraerme: su lengua húmeda salió a la luz, deslizándola delicadamente por los dientes superiores. Su boca se había curvado en una pequeña sonrisa.

—¿Sabes? Si no fueras , ahora mismo...

—¿Ahora mismo qué? —le reté, cruzándome de brazos.

—Ahora mismo vas a enseñarme cómo narices se hace esto —de un simple tirón y sacándome de la pequeña burbuja burlona que se había formado entre Mihua y yo, Jimin me arrastró hasta la mesa de escritorio y me dejó caer en una silla, plantándome frente a libros de Bioestadística y varios apuntes.

¿A qué mierda venía aquello?

Como si nada más que él tuviera importancia, el pelinegro se sentó junto a mí y carraspeó por lo bajo, dándole una mirada rápida a sus pertenencias y seguidamente a mí. 

—¿Qué estás haciendo?

—No entiendo el puto trabajo que nos ha mandado la Sra. Loosle.

Asentí confundida por unos segundos, sin hacer más que mirarlo. ¿Qué pretendía, que chasqueara los dedos y le hiciese capaz de entender los gráficos de repente?

Trillizos Park. - btsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora