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   Para el amanecer Gulf ya se había olvidado de todos los jóvenes jardineros de la isla y del continente. No sentía ni el más mínimo rastro de escalofríos en su cuerpo. Y ni siquiera se tomó el trabajo de tratar de entender porqué se había sentido como se sintió cuando sus ojos se cruzaron con los ojos de ese tal Mew.

   —Mew...— susurró recordando el gafete, mientras dejaba la cocina del hotel.

   Y al escuchar su propia voz se frenó en seco. ¿Cómo era posible que el heredero que encabezaba los tops mundiales en cuanto a riqueza, atractivo y logros académicos pudiera acordarse sin el menor esfuerzo del nombre de alguien tan insignificante como ese jardinero?

   Recordar aquel nombre hizo que Gulf se enfadara consigo mismo. Y al sentirse observado por los dos cocineros a los que acababa de colmar de órdenes, preguntas y directrices los urgió con señas nerviosas para que volvieran a sus trabajos y tomó el primer pasillo que encontró.

    Sentir el mismo extraño impulso de la noche anterior, el mismo escalofrío no tenía precedentes en Gulf. Atónito con sus propios pensamientos oyó a su mente preguntarse dónde y qué estaría haciendo ahora Mew, el jardinero.

   Gulf volvíó a sacudir la cabeza y se obligó a concentrarse en lo que verdaderamente era importante para él. Y entonces lo recordó.

   Recordó a la mujer disfrazada de gitana con la que se había tropezado en las escalinatas al llegar. O para ser sinceros, lo que recordó Gulf fue el impresionante anillo de esmeralda que lucía aquella mujer en su dedo. Averiguaría el número de su habitación y le haría enviar un desayuno de cortesía. Pasaría el resto de la mañana escudriñando las instalaciones interiores del viejo hotel. Y para la hora del almuerzo estaba seguro de que la mujer del anillo de esmeralda lo buscaría para agradecerle por el detalle.

   Con el agradecimiento como excusa y un poco de conversación superflua y diplomática, Gulf acabaría averiguando quién era ella, con cuánta fortuna contaba y si tenía un par de apellidos influyentes que pudieran servirle a Gulf para abrir alguna puerta que por ahora estuviese cerrada para él en el mundo de los negocios.

   Y en esos pensamientos estaba cuando a media mañana volvió a chocarse con alguien en un pasillo del ala este. Y fue suficiente con volver a clavar sus ojos en aquellos ojos rasgados e hipnotizantes de aquel joven jardinero para que Gulf se olvidara hasta de su propio nombre.

   Mew se disculpó con voz entrecortada. Se ruborizó tanto que sintiéndose un tonto repitió la disculpa y se alejó casi corriendo de un Gulf todavía aturdido.

   —Así es como siempre inicia...

    Gulf levantó la mirada. La misma mujer disfrazada de gitana de la noche anterior lo miraba sin reservas desde la puerta de una habitación.

   Gulf se aclaró la garganta, acomodó su postura, se arregló su corbata Hermes y preguntó con la voz más neutral con la que pudo hablar:

   — Así...es como siempre inicia...¿qué?

   — El reencuentro entre alma gemelas.

   Gulf no pudo evitar reír burlonamente.

   —Soy hétero... Siempre lo fui... y siempre lo seré...

   La mujer le sonrió. Y a Gulf le pareció que aquella sonrisa era de complacencia como si aquella anciana de trenza de plata le estuviera sonriendo a un niño pequeño y malcriado que acababa de decir alguna bobería fantasiosa.

   Gulf se sintió tan extraño con aquella sonrisa y tan burlado que olvidando por un segundo la diplomacia dijo con voz fría:

—Yo, señora mía, soy heterosexual. Y no está en discusión. Como tampoco está en discusión que si ese joven jardinero...tiene tendencias anormales deberá dejar su puesto inmediatamente. En este hotel como en todos los negocios y empresas que están bajo mi supervisión sólo pueden trabajar personas cuyas acciones y comportamientos sean normales y socialmente aceptadas.

   Y contrario a lo que creía Gulf, la sonrisa de la mujer continuó intacta en su rostro maquillado.

—¿Puedo hacerte dos preguntas, mi querido jovencito?— Y sin esperar a que Gulf respondiera continuó— La primera pregunta: ¿sabes quién soy yo?

   Gulf se sintió un poco intimidado e inconscientemente dio un paso hacia atrás. Nervioso pensó en cuánto sería la fortuna de aquella mujer para que se sintiera superior a él y a sus millones e hizo un leve movimiento negativo con la cabeza. Esperaba una respuesta a su propia pregunta pero la mujer sólo sonrío más y dijo:

   —La segunda pregunta: dime mi querido jovencito, ¿sabes lo que significa Hocus Pocus?

    Gulf tragó saliva aún más nervioso. Se estrujó el cerebro en un segundo tratando de recordar si había leído algo sobre alguna criptomoneda o algún software innovador que acabara de ser lanzado al mercado llamado Hocus Pocus... Pero nada se le vino a la cabeza y derrotado volvió a hacer un gesto negativo.

Entonces la anciana gitana clavó su mirada en la él y pronunció con voz baja y gutural:

   —Hocus Pocus, toutous talontus, vade celerita jubes...

Gulf parpadeó nervioso ante la mujer que ahora volvía a sonreirle como si nada.

   —Ven... Acompáñame al jardín y te lo explicaré... Sé muy bien que cada minuto para ti representa dinero pero créeme que te conviene saber... porque te acabo de lanzar un hechizo. ¡Y no cualquier hechizo! El hechizo romántico más poderoso del mundo. Y por mi hechizo te acabas de enamorar del dulce Mew. Ven y sígueme si quieres saber cómo romper el hechizo antes de que sea demasiado tarde...

Y sin entender jamás el porqué de sus miedos, Gulf supo que si no la seguía no podría deshacerse de esa presión en el pecho que se estaba haciendo cada vez más grande y, cabizbajo y solemne, siguió aquella extraña mujer hasta un jardín lateral del que recién ahora se enteraba que existía...

¡Desembrújame!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora