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   Gulf caminaba de un lado a otro por el camino de pedregullo en el mismo jardín donde la gitana lo había dejado, después de decirle toda aquella sarta de barbaridades.

   ¡Porque no podían ser más que barbaridades!

    Gulf se frenó en seco y miró al cielo de la mañana que se habría claro y límpido y cubría la costa rocosa de la isla.

   —¿Son realmente barbaridades?— se preguntó en voz baja y temblorosa.

   Suspiró frustrado.

   ¡Claro que son barbaridades, Gulf! ¿Desde cuándo crees en las locuras de una vieja gitana salida de quién sabe qué manicomio?

Gulf retomó el camino de pedregullo y volvió a suspirar.

   Es muy fácil de probártelo, Gulf, que lo que te ha dicho esa gitana es solo fantasía, se dijo Gulf mientras sus ojos se clavaban en un extraño pimpollo que nacía en un rincón del jardín, Busca ese tal jardinero, habla un par de minutos con él y verás que nada, absolutamente nada, de lo que esa vieja delirante te ha dicho sucede en verdad. ¿Cuál era el nombre de aquel jardinero sin importancia...? se preguntó a sí mismo.

   ¡Mew! se respondió antes siquiera de que pudiera reflexionar.

   ¿Por qué seguía recordando con tanta facilidad aquel insignificante nombre de aquel insignificante jardinero que además de pobre e insignificante probablemente también fuera gay?

   ¿Realmente vas a cumplir con lo que le has dicho a la gitana si compruebas que el jardinero Mew es gay? ¿Lo echarás?, escuchó Gulf en su cabeza.

   —¡Claro que lo echaré!— se respondió a sí mismo y se sintió extrañamente perturbado.

   Gulf levantó la mirada del pimpollo que había estado observando y por primera vez desde que había llegado al jardín prestó atención a todas y cada una de las flores que estaban allí. Por un segundo olvidó sus pensamientos y cavilaciones. Los colores majestuosos, las formas extrañas de algunos pétalos y la manera casi imposible en los que los rayos del sol matinal brillaban a intervalos en algunas hojas de colores raros, colores que Gulf jamás había visto antes lo hicieron estremecer.

   Gulf, lo tienes que admitir... ¡Ese tal Mew hace muy bien su trabajo! oyó a su mente decirle, ¿Has visto alguna vez flores tan extraordinarias como éstas?

    — Extraordinarias...—susurró Gulf acercándose más a una flor que asemejaba a hacer una rosa pero que desde otro ángulo se parecía más a una dalia, como si eso fuera posible

   —Extraordinario...—volvió a repetir.

   — ¡Gracias!— resonó una voz detrás suyo.

   Sorprendido, Gulf se tomó varios segundos para incorporarse y darse la vuelta. Aún cuando no lo veía sabía que aquella voz era la de Mew.

   ¿Qué había dicho la gitana? repasó en su mente Gulf, a partir de ahora estás completamente e irreversiblemente enamorado de Mew. Y comenzarás a experimentar uno a uno todos los síntomas del enamoramiento que una persona padece cuando su corazón ha encontrado a su llama gemela o más bien cuando se ha reencontrado. El primero de estos síntomas, mi querido jovencito, es el más fuerte de todos. Cuando veas a Mew tu corazón comenzará literalmente asaltar de tu pecho. Latirá como un loco sin que puedas hacer nada para evitarlo y ¡cuidado! porque si el joven Mew te llegara a sonreír justo en ese momento, el síntoma número dos inevitablemente se presentará: tus ojos buscarán su boca y en lo único en lo que pensarás será en la forma en la que esa boca sea tuya.

   Gulf sacudió la cabeza mientras se ponía de pie. Se aclaró la garganta y dijo como al pasar con su vista aún clavada en la flor extraña.

   —Has hecho un buen trabajo con este jardín.

   Volvió a aclararse la garganta mientras se repetía a sí mismo como si fuera un mantra o una plegaria para exorcizar: ¡No lo vayas a mirar! !No lo vayas a mirar!

    —La jardinería es mi pasión aunque se rumorea que usted tiene planes para cerrar este hotel...

   ¡Negocios! Al fin un lenguaje que conozco, pensó Gulf, agradeciendo en silencio que aquel jardinero lo llevara con su comentario a terrenos conocidos y seguros para él.

   —Así es... Conozco la historia de amor detrás de este lugar pero estamos en el siglo XXI y las historias de amor no reditúan solo dan gastos y pérdidas, deben darle paso al progreso y al lujo. Y sólo para aquellos que puedan pagarlos, que los merezcan...

Gulf enderezó su postura y al escuchar sus propias palabras volvió a sentirse él mismo. Y con una mueca de sorna clavó sus ojos en los de Mew seguro de que este vería en su mirada toda su determinación y fuerza y así dejar aclarada su postura inicial.

    Pero toda esa determinación de frío hombre de negocios sólo le duró a Gulf lo que dura un parpadeo. Pues le bastó sólo un segundo para pensar que aquellos ojos rasgados que lo miraban ahora fijamente con un color tan especial, tan único y brillando, de esa manera tan enigmática y con aquellas pestañas largas y arqueadas que los coronaban dándole aquella mirada un extraño algo de belleza sobrenatural, eran en fin, los ojos más hermosos que había visto en toda su vida.

    Gulf inconscientemente se llevó una mano a su pecho cuando sintió que su corazón se aceleraba más y más, como si acabara de correr un maratón.
Y tembló de pies a cabeza al recordar las palabras de la gitana. Trató de hablar pero se sintió incapaz.

   Además de su corazón agitado,¿qué más había hablado aquella gitana loca...? Gulf hizo un esfuerzo para recordar y las palabras de la gitana lo golpearon en el rostro como si las estuvieras escuchando allí mismo otra vez...

   ¡Cuidado! Porque si ese joven Mew te llegara a sonreír justo en ese momento el síntoma número dos inevitablemente se presentará... Tus ojos buscarán su boca y en lo único en que pensarás será en la forma en que esa boca sea tuya...

    Con aquellos aquellas últimas palabras resonando en su mente,  Gulf sintió que entraba literalmente en pánico. Y haciendo un esfuerzo sobrehumano, dio unos pasos torpes buscando alejarse de allí. Pero era tal el grado de descoordinación y era tal la fuerza descomunal de sus latidos devocados que al tercer paso tropezó con una piedra y sintió que comenzaba a caer. Y entonces unas manos fuertes, decididas lo tomaron de la cintura y lo atrajeron hacia un pecho viril y vibrante. Fue sólo un segundo de un acto inconsciente en el que Gulf perdió el control de sus sentidos y sus ojos, sin su permiso, buscaron el rostro de Mew que lo sostenía con fuerza.

   —No te preocupes... Te tengo...— le susurró Mew y acto seguido, ¡le sonrío¡

    Como si fuera un animalito salvaje, un Gulf tembloroso se soltó de aquellos brazos y aún con la imagen de aquella sonrisa grabada en su mente corrió despavorido y sin detenerse hasta su habitación, escuchando aterrorizado lo que sus pensamientos le gritaban sin parar:

   ¡Estás hechizado, Gulf! ¡Estás enamorado de Mew! ¡Los síntomas ya han comenzado! Me temo, amigo, que te hemos perdido...

¡Desembrújame!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora