Hora de desconfiar.

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¿Qué es esto?

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¿Qué es esto?

Mi corazón late a una velocidad abismal. Mis manos tiemblan haciendo que la caja caiga al piso nuevamente creando un estruendo que me hace pegar un respingón.

¿Pecado?, ¿amenaza? ¿Tener piedad?

Debido a la caída las tres rosas y la nota se salieron de la caja. Desde hace algunos meses las rosas me causan escalofríos, sobre todo después de ese extraño cadáver que dejaron frente a la iglesia.

Mi mente intenta procesar todo lo más rápido posible, pero mi razonamiento parece estar fallando.

¿Qué se pone que pasara?, ¿perdonar? ¿Perdonar a quien...? - En cuestión de segundos el miedo se convierte en ira...

Solo una persona sabe de todo esto...

Y como por milésima vez en estos últimos dos días, mi corazón se rompe. Pero esta vez, se sentó como un golpe mucho más fuerte.

¿Cómo es posible que hiciera algo como esto?, ¿tanta maldad hay en su corazón?

Puedo entender lo de la prensa, pero ¿esto? ¿Qué gana ella con todo esto?

Recojo todo aun temblando, pero con un objetivo claro. Salgo de los vestidores con la caja en la mano, en dirección a la oficina de Lexie.

Mientras camino solo puedo pensar en lo mucho que quiero desfigurarle la cara, sin importar nada.

Podría ir con ella, pero no. No, tengo que ser más inteligente y no actuar por impulso.

Tengo que joderla, y voy a hacerlo. Solo necesito pruebas de que fue ella, o mínimo confirmarlo.

Por ahora no puedo hacer nada por cuenta, sé que voy a terminar haciendo algo de lo que me arrepentiré en un futuro, o quizás no porque si ella tuvo algo que ver con lo que paso...

Ojalá no haya sido ella, porque de lo contario no me va a temblar la mano para...

Podría resolverlo por mi cuenta, pero no tengo que hacerlos. Ellos también están ahí conmigo, para ayudarme.

¿Le pagaron por esto?

¿Referencias religiosas?

Cada segundo que pasa mi ira crece, creando un extraño dolor en mi pecho.

Ignoro a todo el mundo a mi alrededor, sin importar quien sea. Simplemente sigo caminado.

Tú y yo nos parecemos más de lo que creí .

—Somos dos almas en pena...

—Lo siento mucho Amelia, espero puedas perdonarme.

—Tranquila, todos decimos cosas que no pensamos cuando estamos molestos.

Hora de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora