El Grito de Dolores

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Eran las once de la noche en el pueblo de Dolores Guanajuato, todo estaba en silencio y no había nadie en las calles aunque ese silencio fue interrumpido por trotar de un caballo y su jinete era Juan Aldama quien se notaba angustiado y detuvo su caballo en una casa y toco fuerte la puerta, miro a todos lados completamente nervioso y toco aun más fuerte.

—Ya voy ya voy— se escucho y abrieron la puerta— ¿Pero qué sucede..? ¿Juan? ¿Qué haces aquí?—

—Señor cura— hablo entre jadeos— ¿Esta Ignacio también aquí?—

—Aquí estoy Juan— abrió un poco la puerta mostrando a Ignacio Allende— ¿Me traes algo nuevo?—

—¿Qué si traigo algo nuevo?— pregunto un poco nervioso y miro a su alrededor— Nos han descubierto— susurro a ellos

—¿Qué? ¿Pero cómo?—

—Nos han descubierto... La corregidora ha enviado a un mensajero con la noticia... Ya empezaron con las ordenes de arresto— con cada palabra que decía se ponía más nervioso— Podríamos esperar una patrulla imperial en cualquier momento—

—Pasa Juan— dijo Miguel— Descansa un poco y come algo te hará bien— pidió 

—Gracias pero no tengo ganas de descansar cuando tengo el mecate* en el cuello— comento e inconscientemente puso su mano en su cuello a figurando ser ahorcado 

—Déjate de niñerías nunca es tarde para descansar o comer— Miguel lo hizo pasar mientras Ignacio cerraba la puerta no sin antes revisar que no los hubieran visto o escuchado


Dentro la casa ambos capitanes, Miguel y otros más estaban en el comedor tratando de buscar una solución a su problema


—Esto es demasiado peligroso— hablo Ignacio a los presentes en la habitación— Debemos pensar la forma de escapar—

—Se dice fácil— se burlo Juan— Según la información de Doña Josefa: Más de cincuenta soldados de la Reina ya vienen en camino a arrestarnos... y nos seguirán a donde vayamos—

—No hay alternativa. Debemos intentar huir mientras aun podamos— declaro Ignacio— Si nos llegan a capturar nos van a—

—¡Qué fácil!— interrumpió Miguel— Solo piensan en salvar su pellejo mientras dejamos atrás amigos y compañeros— continuó haciendo entrar en razón a sus compañeros— No señores eso no tiene nada de caballeroso ni de honorable—

—¿Pero qué otra opción tenemos?— pregunto Ignacio

—¡Morir si es necesario! A veces las cosas que valen la pena requieren grandes sacrificios— comento y llamo a la anciana— Trae a los señores una gran taza de chocolate caliente... de ese que te queda tan sabroso— pidió y la anciana salió de la habitación

—No gracias— dijo Ignacio cansado— Este no es momento para tomar chocolate— esto provoco la risa de Miguel

—Esas son boberías Ignacio— dijo Miguel tratando de calmarlo— Siempre hay tiempo para tomar chocolate— justo en eso la anciana junto con otra criada trajeron las tazas de chocolate y se las entregaron— Acábatelo porque después tenemos mucho que planear— 

—Solo sabemos que tenemos muy poco tiempo— dijo Juan

—Entonces hay que convocar al pueblo... Ah llegado la hora de Nuestra Libertad


16 de Septiembre 1810, 5:30 a.m.

Miguel Hidalgo se dirigió a la parroquia donde entro en ella y fue a rezar

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⏰ Última actualización: Nov 20 ⏰

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