Número 4

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Habían pasado dos años desde que fuí encerrada en esta cárcel, por lo general me encargaba de curar a quienes se herían, nada en especial sin embargo habían momentos en los que mi habilidad no quería funcionar y simplemente no tenía energía ni para levantarme.

-¡Oye deja de holgazanear!- me gritó uno de los trabajadores al ver como había colapsado, aún era consciente de todo sin embargo me encontraba tan drogada que no podía moverme a voluntad, intenté concentrarme en la persona delante mío, era un señor de cabello rojizo, por lo que escuche no era alguien tan importante sin embargo el chico a lado suyo si lo era.

Dazai Osamu, era la mano derecha de Mori Ougai sin embargo él y yo eramos iguales podía sentirlo, aquél chico solía venir a mi celda casi todos los días para maltratarme como se le antojaba tal vez por que el pensaba lo mismo que yo y me repudiaba por ello, veía en mi lo miserable que él era.

No lo odiaba ¿Cómo podría odiar a alguien que se veía tan mal? Su mirada no tenía ningún brillo, no parecía conocer la bondad o por lo menos entenderla, al contrario me sentía triste ¿Cómo podría existir alguien así? Lo único que quería era abrazarlo sin embargo sabía que si lo hacía me mataría sin dudarlo después de todo para él yo era patética.

Me levanté de puro milagro completamente tambaleante, estaba tan mareada que en algunas ocasiones veía doble.

-Lo...siento- respondí mirando al de cabello rojizo, él intentó ayudarme a mantenerme sin embargo su brazo lastimado no se lo permitió del todo, le sonreí ante su bondad, supongo que esta vez si podré trabajar -Muchas...gracias- dije sintiendo mi lengua dormida tocando su brazo con una mano y con mi otra mano guié la suya a mi mejilla sintiendo la calidez que tanto extrañaba, mi habilidad no se hizo esperar al notar que el no me alejo o me golpeo como los demás hacían cuando yo quería sentir algo de bondad y amabilidad.

Al terminar pude sentir la dura mirada del de vendajes, se veía enojado, solté el brazo del mayor para sonreírle.

-Gracias- hablo tomandome por sorpresa, solo fueron cuestion de segundos antes de comenzar a llorar hace mucho que no escuchaba a alguien agradecerme por algo dentro de esta prisión, los presentes se mostraron sorprendidos, el hombre que se encargaba de vigilarme me tomó del brazo para llevarme de vuelta, yo intente forcejear sin embargo me soltó un golpe tirándome al suelo.

-¡Oye!- habló el mayor haciendo que ambos varones dentro de la sala lo miraran -No creo que sea buena idea que la lastimes más- habló más calmado el de cabello rojizo.

-No me digas como hacer mi trabajo Oda Sakunosuke- respondió el hombre con asco jalándome del brazo con fuerza haciéndome tambalear.

-Creo que Odasaku tiene razón, la pequeña _____ está lo suficientemente drogada como para llevarla de aquí a allá con facilidad, un forcejeo así dudo que haya tenido tanta fuerza- se burló Dazai a lo cual el señor apretó mas mi brazo haciéndome soltar un quejido -A parte hemos comprobado que no puede curar sus propias heridas, si la lastimas de más se volverá completamente inutil- explicó.

Aquel hombre se disculpó y no tardó en alejarme de ahí, apenas me adentró a la celda empezó a golpearme, aquella frustración y enojo la dejó caer en mí como si yo fuera la culpable de sus problemas.

Había aprendido mucho sobre las personas que trabajaban en esta organización, por lo general los altos mandos como Dazay y Kouyou solían ser los que peor me trataban, la primera vez que vi a la señorita Kouyou al ver mi aspecto tan descuidado no tardó en poner una expresión de desagrado conforme han pasado los años me he acostumbrado a esa cara tanto así que ahora me daba gracia.

Cuando me tocaba curarla era un castigo asegurado, no le gustaba que la tocara sin embargo era tonto ya que necesitaba tener contacto con la zona lastimada para curarla, no debía tener ninguna expreción, no debía charlar, no debía lastimarla y casi que no debía de respirar para no molestarla ya que aquello me haría tener un castigo.

No. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora