Capitulo 11. Desesperación

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***Benjamín***

No entré a la oficina para esto, no vine para acostarme con una mujer.

Me lo repito una y otra vez, pero lo único que deseo es follármela encima de la mesa, hacerle lo mismo que le hice a Verónica en el callejón.

—Parece que el hombre está excitado. —Dice con voz cantarina. —deberíamos desfrutar un poco...

—No. —me harta y doy un paso atrás, alejándome por completo de ella. —te he dicho lo que he venido y no es por esto, quiero saber cuáles son las reglas para poder entrar.

—¿Crees que puedes venir aquí a exigirme que te diga cómo entrar a la habitación? —Inquiere, y se acerca con paso seguro. Es muy similar a Verónica, pero a la vez tan diferente, de una forma incómoda.

No sé por qué ahora todos los parámetros son para Verónica. A lo mejor porque es la única mujer con la que he follado. Las horas van pasando los minutos, se pierden y lo único que necesito es encontrar a Verónica.

—Eres la puta dueña del lugar. — Le digo levantando el índice y apuntándole con él. En el pecho. —¿Te vas a hacer la tonta? ¿Ahora vas a hacer como que esto no tiene nada que ver contigo y eres una simple empleada a la cual tengo que complacer?

La mano de ella subió y por el reflejo del rabillo del ojo pude detenerla antes de que se estampara en mi rostro.

—No soy una jodida puta, a la que puedes referirte de esa manera. Mi nombre es Katia. Soy Katia Romano y no te conviene hacerme enojar. —Me dice ella con la mano temblando deseosa de pegarme. —Vete a la mierda Si crees que vas a poder sacarme información sin darme algo a cambio.

—¿Ese es el problema? ¿eso es lo que quieres? ¿necesitas que te pague para que me dejes entrar? —la mierda que dice esta mujer está haciéndome perder la cabeza, comienza a enojarme aún más de lo que ya estaba, la ira me sube de los pies a la cabeza y aprieto la mandíbula hasta que mis dientes crujen.

Con movimientos rápidos saco de mi cartera y le tiro un fajo de dinero encima de ella. Las papeletas de cien dólares caen sobre el piso y se esparcen alrededor de nosotros.

—Si tu problema es el dinero para dejarme entrar a la habitación, ahí lo tienes. —Abre los brazos, le señalo el dinero esparcido en el suelo. —Ahí tienes alrededor de 500 dólares.

Ella comienza a reírse y su gesto me molesta. ¿Qué diablos quiere de mí?

—¿Crees que 500 dólares es suficiente para pagarme? —Pregunta ella. —No tienes idea de cuánto cuesta este mundo, no tienes ni la puta idea de cuánto costaría pasar una hora conmigo. Eres solo un jodido, creo que acaba de salir de Secundaria y se cree con todo el poder de hacer lo que le plazca.

—Eres tú la que crees que puede hacer lo que le plazca. He venido aquí porque quiero entrar a la habitación y tú me lo estás impidiendo.

—Vamos a los negocios. —Ella se da media vuelta y se coloca detrás del escritorio, se acomoda la ropa y toma asiento. —la membresía son 1500 dólares.

La cabeza comienza a tumbarme. Por fin estamos hablando de negocios en esto sí que soy bueno.

Me incomoda el cambio de actitud, la manera en cómo si fuera una persona bipolar, ella ha cambiado de un momento a otro y ahora su rostro no es más que féretro.

De igual forma, lo paso por alto. No estoy de ánimos ni de humor para ponerme a argumentar con esta mujer ya he perdido más que suficiente tiempo. Llevo aquí alrededor de veinte minutos.

—Por fin comienza a hablar de lo importante. —Le digo tomando asiento frente a ella saco mi cartera y el celular. —¿Cómo quieres que lo haga? ¿Transferencia o necesitas que te haga un cheque? habla para que pueda entrar ahora mismo.

—el dinero se paga en efectivo.

—¿Efectivo? —Pregunto. —Debes de pagar impuestos.

—¿Quién demonios eres? —Ella sonríe. —¿Eres del Departamento de los Impuestos, señor Adulador, que le tiene miedo al éxito?

No entiendo ni mierda de lo que acaba de significar eso, pero parpadeo y aprieto los puños debajo del escritorio.

—Me estás haciendo perder el tiempo, necesito entrar.

—¿Así de desesperado estás por estar con esa mujer? —Inquiere. —¿Así de bueno ha sido estar con ella en un callejón, te ha subido el libido?

Joder.

Su visión llega hasta el callejón.

—Me viste. —Se escapa de mis labios.

—Manejo todo mi club, sé muy bien lo que sucede dentro y fuera. ¿Crees que puedes llegar aquí y darme órdenes? ¿que como tienes dinero voy a aceptar todo lo que me digas? —Me molesta la argumentación, pero aun así me quedo en silencio y solo escucho toda la mierda que ella pueda decirme para así poder complacer a su ególatra alma y poder entrar con Verónica a la habitación. —Pero tengo un sistema. — continua ella. —Todo lo que pasa dentro y en la periferia de mi club, es lo que a mí se me pegue en gana.

—Escucha Katia no ha sido mi intención ofenderte, pero en verdad me urge estar con Verónica...

El nombre de ella se escapa de mis labios y me lamento de inmediato, cierro los ojos antes de ver el brillo malicioso en los ojos de Katia.

—Verónica. —Susurra ella, emocionadísima. —Me gusta el nombre.

—Negocio. Esto es lo que es. ¿Tenemos un trato o no?

Ella comienza a reírse el primero por lo bajito y luego a carcajadas.

—Eres un hombre difícil. —Dice ella y luego toca una pequeña campana y la puerta se abre de inmediato.

Al seguridad que no me dejó pasar a la habitación junto a Verónica entra por la puerta y se cruza de brazos. Me observa como si yo fuese una escoria y tengo deseos fuertes de volarle encima y golpearlo hasta borrar esa estúpida sonrisa de su rostro, una sonrisa de autosuficiencia, de tener el poder, de saber que él pertenece al bando ganador y yo solo soy un estúpido cliente, que cuando ellos se antojen podrán eliminar del club.

—Katia. —Murmuró mirando al hombre. —¿Qué diablos sucede?

—Este hombre te escoltará hasta la habitación donde está tu amada. —Dice ella irónica. —Espero que disfrutes la verdad, ya verás tú cómo te resuelves con el hombre que está allí dentro y tiene una membresía Gold en mi club.

—Membresía Gold. Me has dicho que son mil quinientos dólares.

—La más económica, no llega ni siquiera a Platinum. —Se burla ella y el hombre escuchó cómo contiene una carcajada.

Ambos se están burlando de mí.

El tequila está haciendo estragos y joder cuando quiero iniciar una pelea, ojalá y terminar en un hospital internado por un mes por rotura de cráneo.

Demonios, ahora me resulta tentador.

A lo mejor esta sea la manera correcta para no tener que casarme el día de mañana.

Miro la hora en mi reloj y me doy cuenta de que los minutos me han tratado con maldad.

—Llévame a la maldita habitación.—Le digo perdiendo los estribos.

—Benedit lleva a este hombre, por favor. —Le dice ella al seguridad con cara de gracia.


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