Capitulo 5: Poseída

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***VERONICA***

Mis caderas se impulsan hacia arriba, poseídas por las ganas y el deseo que me provoca este desconocido. Joder, la forma en como acaricia mis nalgas, dedicándole segundos a observarme. Suspiro y ruego porque me toque allí donde necesito sus manos largas y expertas. Estoy segura que él es capaz de hacerme volar la cabeza y subirme al cielo. Mi respiración es entrecortada. Desciende y chupa despacio mis nalgas. Posesa por la pasión, me retuerzo, pero el me agarra de las caderas y detiene mi movimiento. Mi desconocido me desconecta, ya no estoy en el callejón, no estoy en un lugar donde todo el mundo puede vernos, donde obviamente cruzarán personas y tendrán un buen espectáculo que recordar. El, con ambas manos, baja mi tanga hasta que ligera queda en mis pies. La dejo allí, no tengo ganas de quitarlas.

—Quiero probarte antes—Abre mis piernas—. Necesito saber a qué sabes.

Joder.

De todos mis amantes, ninguno se había tomado el tiempo de hacerlo. Debo reconocer que me causa placer, aun si ser tocada, el solo hecho de escuchar sus palabras. Me han practicado sexo oral antes, pero solo porque les he dicho que lo hagan, en cambio el, tan dispuesto, quiere hacerlo, y eso me encanta.

Una siempre quiere que el hombre tome la iniciativa. Nos sube la libido sin darnos cuenta, nos fascina no decir siempre lo que deseamos hacer. Y lo cierto es que, soy tan dominante en todo, pero al encontrar alguien que tome riendas de mi cuerpo en el sexo, eso me descarrila y me hace perder el tren del control y dominio. Me gusta.

Mis caderas se mueven al compás de mi respiración desesperada. No puedo evitarlo más.

Abre mis piernas y lo siento inclinarse. Me da la primera lamida, dejándome vagando. Suelto un jadeo, reprimiendo el grito de placer. Este hombre maquiavélico me tiene sometida a una tortura lujuriosa. Comienza a comerme donde mi fruta prohibida palpitaba e inevitablemente se lubrica.

—Exquisito. — murmura entre mis labios y eso me enciende aún más.

Me come de nuevo, chupando como si no hubiera comido en años y tuviera hambre. Agarra mi muslo con fuerza para abrir más mis piernas, introduce su lengua y tiemblo. Mis piernas quieren rendirse al placer. Me saborea con tanto cuidado, impecable. Metió su lengua en mi sexo con fuerza, hace que mi corazón palpite tan acelerado que temo sufrir un colapso. Si continúa chupando, comiendo y absorbiéndome así, tendré un orgasmo, uno que estoy segura recordaré por siempre. Emite el sonido más sensual y excitante que jamás haya escuchado. Esta feliz dándome placer y eso me fascina. Él resopla extasiado. Me muevo hacia arriba y hacia abajo. Pego las manos a la pared fría del edificio que tengo enfrente. La oscuridad es absoluta, tampoco es que quiera ver nada, lo único que necesito es sentir, sentir la boca de el sobre mi sexo cálido y húmedo. Sentir que el toca mi cuerpo y me lleva al cielo. Sentir a este desconocido que me hace temblar la vagina. El suelta mi muslo y se aleja un poco, voy a reclamarle que siga, que casi estoy llegando al orgasmo, pero entonces siento como uno de sus dedos se inserta lentamente en mi cuerpo.

La emoción recorre mi cuerpo. Me siento relajada y nerviosa al mismo tiempo. Siento como su segundo dedo invade mi vagina. Sé que me está mirando. Sus ojos los siento pegados en mi espalda. Aunque él está arremetiendo una y otra vez contra mi vagina. Me muerdo los labios intentando no gritar, pero un aullido se escapa de mi boca, no puedo parar más, no puedo dejar de moverme mientras sus dedos están en mi interior, me estoy acercando cada vez más al orgasmo.

—Quiero que digas mi nombre. — me gruñe el.

—Joder, no. — le digo. —Digo, si...

—Decídete, preciosa.

—Esto-esto es sin ataduras.

—De acuerdo.

—Verónica. — suelto sin saber por qué. Con ninguno de los hombres con los que me he acostado han sabido mi nombre. No me interesa que me busquen, ni que me llamen, ni mucho menos que me reconozcan en la calle y griten mi nombre. Esa mierda no es para mí.

Lo único que quiero es que él me haga llegar al orgasmo y lo está consiguiendo con una facilidad sorprendente.

—Benjamín. — dice insertando el tercer dedo en mi cuerpo. Grito como poseída y su mano libre comienza a masajear mi travieso clítoris.

—Benjamín. — susurró como si me hubiese embrujado.

No pienso en nada más. Solo él, sus manos, su cuerpo pegado al mío. Mis caderas no dejan de moverse, han marcado su propio ritmo, siento como el orgasmo se aproxima y me dejo ir, temblando entre sus brazos, dejo que el orgasmo me eleve al infinito.

—Dios...— escucho como murmura con sus dedos aun en mi interior mientras mis paredes vaginales se contraen a su alrededor. El agarra mis caderas con fuerza y pasa una de sus manos por mis pliegues mientras los rastros de mi orgasmo van disminuyendo. Me voy relajando un poco, pero escucho como él comienza a desabrochar su pantalón y de reojo veo como saca un condón de su cartera y se lo coloca nervioso.

—Despacio. — susurro moviendo las caderas hacia él.

—Joder...

Estoy con el trasero al aire. Quiero sus manos otra vez sobre mí, ya deseo tenerle dentro, embistiéndome, estoy húmeda y lista para él. Lista para otro orgasmo espectacular. Deseo que me toque un poco más, mucho más. El hecho de saber que va a hundirse en mi interior en medio de la oscuridad donde todos pueden verme, sumado al intenso deseo de hacerlo con un desconocido, me excita aún más. Él me sostiene y con un gruñido me avisa que va a entrar.

—Benjamin ....— su nombre es una puta promesa en mis labios. — no seas suave, hazlo ya.

—Shhh, te lo daré. —Su voz gutural me hace levantar más el trasero—. Te lo daré todo de mí, Verónica.

Me llena por completo. Se mueve en mi interior sin piedad, se desliza sin detenerse ni para respirar, lo que comenzó tan despacio, con su boca comiéndome, con su lengua apoderándose de mi vagina, ahora es puro recuerdo, ya es todo tan intenso que, si la pared no estuviera frente a mí, estaría de boca al suelo en este momento. Con cada embestida me lleva a la cima de las nubes, su respiración esta tan acelerada como la mía. Es una estocada tras otra.

Mis ojos se cierran y me concentro en el placer. Me enfoco en Benjamín que sabe tan bien como cogerme, como llevarme al cielo, como bajarme y volver a subirme.

Joder, jamás había estado con nadie que me electrificara tanto la piel, que me anestesiara, que me hiciera solo pensar en él.

Mis palmas me molestan, llevo demasiado tiempo con ellas pegadas a la pared. Coloco el antebrazo para que mi frente no pegue y me quede un moretón en la frente. Dejo caer mi cabeza hacia atrás y él me arrulla en su cuello mientras se mueve con fuerza dentro de mí.

No me importan mis manos. No me importa que me vean. Mis senos se mueven sin parar. De arriba hacia abajo con el movimiento firme de sus embestidas.

Cierro los ojos y me siento llegar al infinito con colores extravagantes, fuegos artificiales y un sentimiento de posesión que jamás había sentido. Mi sexo se contrae de placer cuando llego al orgasmo; aprieto y exprimo a Benjamín. Grito su nombre en la oscuridad de la noche. El aire frio me hace congelar el rostro y oigo a los grillos cantar.

Él encuentra su orgasmo segundos después y se une a mí en un demoledor placer.

Apenas puedo seguir manteniéndome en pie, no puedo pensar en casi nada, solo el.

Solo él.

Solo Benjamín.

En ningún momento pensé en Claudio.

El embrujo se ha ido.

Al menos, por el momento.

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