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Estaba en su habitación, preparándose para la fiesta. Había pasado un buen rato escogiendo su atuendo y ahora se estaba maquillando frente al espejo. Mientras se aplicaba el gloss en los labios, una corriente de aire frío la recorrió, erizándole la piel. Se detuvo un momento, sintiendo un escalofrío.

Un mal presentimiento se apoderó de ella, y por un instante pensó en cancelar la salida. La idea de quedarse en casa, envuelta en su manta, parecía reconfortante. Sin embargo, sacudió la cabeza, negando esa posibilidad. Hacía mucho tiempo que no salía y sabía que necesitaba distraerse.

—Es solo un poco de aire—se dijo a sí misma, tratando de calmar sus nervios—Nada de qué preocuparse.

Se terminó de arreglar, revisando su reflejo una última vez. El vestido le quedaba perfecto y el maquillaje resaltaba sus mejores rasgos. Respiró hondo, buscando la determinación que sus amigas, Ama y Ari, le habían transmitido.

—Vamos, Samantha—dijo, tratando de infundirse valor—Necesitas esto. No puedes seguir encerrada en tu dolor.

Con una última mirada al espejo, salió de su habitación y bajó las escaleras. Las luces de la sala estaban apagadas y la casa estaba en silencio, una tranquilidad que no hacía más que aumentar su nerviosismo.

Al llegar a la puerta, tomó su abrigo y su bolso. Las palabras de sus amigas resonaban en su mente: "No puedes dejar de vivir solo porque extrañas a Félix." Sabía que tenían razón. Abrió la puerta y salió, cerrándola con un suave clic detrás de ella.

Llegó a la fiesta junto con Ari y Ama. El lugar ya estaba lleno de gente, la música vibraba en el aire y las luces destellaban al ritmo de los bajos. Apenas cruzaron la puerta, fueron recibidas por el bullicio de risas y conversaciones.

Mientras caminaban hacia el centro de la sala, Samantha escaneó la multitud, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. De repente, una voz familiar la sacó de sus pensamientos.

—¡Chaneque! ¡Sí viniste! —gritó Osvaldo desde el otro lado del salón, levantando un vaso en su dirección—. Ven, vamos a tomar.

Se rió al escuchar el apodo que siempre le decía de cariño. Sintió una chispa de alegría al verlo tan relajado y divertido.

—¡Claro! —respondió, sin dudarlo. Quería dejar de lado todas las preocupaciones y simplemente disfrutar de la noche.

Osvaldo se abrió paso entre la gente para llegar hasta ella y le tendió un vaso. —Este es para ti, Chaneque —dijo, chocando su vaso con el de ella—. Hoy es noche de fiesta, así que olvídate de todo lo demás.

Al girar la cabeza hacia la entrada, lo vio. Félix acababa de llegar a la fiesta. Entró con su grupo de amigos, luciendo relajado y despreocupado, como si el mundo no se le hubiera desmoronado en el último mes. Samantha sintió un nudo en el estómago, la mezcla de rabia y tristeza que había tratado de enterrar volvió con fuerza.

—¡Valdo! —le susurró, jalándole del brazo.

—¿Qué pasó, enana? —preguntó, notando el cambio en su expresión.

—Dame cinco shots más —dijo sin titubear, con la mirada fija en Félix.

Osvaldo arqueó una ceja, claramente sorprendido. —¿Cinco? ¿Qué no ya llevas varios? ¿Estás segura?

—Totalmente segura. Necesito olvidarme de ciertas cosas por un rato —respondió, tratando de sonar casual, pero su tono la traicionaba. No quería mostrarse vulnerable, no delante de Félix.

Osvaldo la observó por un momento, entendiendo de inmediato lo que sucedía. Sabía lo difícil que había sido para ella todo ese tiempo, y aunque no estaba convencido de que esa fuera la mejor forma de manejarlo, decidió no sermonearla.

Te amo ¿Tú me amas? [Riverduccion]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora