capítulo tres

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- Advertencias: smut, mucho smut; menciones de religión durante el sexo; pérdida de la virginidad; angst.


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Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?

(Jeremías 17:9)


Enzo no pudo volver al bar por meses. En todo ese tiempo, trató de acomodar su vida y su mente. Se enfocó en su trabajo, dejó de esconderse tanto y empezó a socializar un poco más. Hablaba con sus vecinos y compañeros de trabajo, iba a las reuniones a las que lo invitaban, había dejado el alcohol y casi nunca salía de su casa con el cuello clerical puesto. Cuando lo hacía, era porque no se daba cuenta.

Ya no le decían padre Enzo con tanta regularidad y Enzo pensaba cada vez menos en su papá. En Marcos pensaba todos los días, pero no quería tocar ese tema sin tener la mente clara de qué iba a hacer con esa parte de su vida.

—¿Qué harías si se te... insinúa un chico veinte años menor que vos? —le preguntó Enzo un día a su hermana, mientras colaba los fideos en la pileta de la cocina y ella rallaba un poco de queso.

—¿Cómo? —preguntó Tatiana, mirándolo con los ojos abiertos. Enzo se puso todo rojo de golpe—. Enzo, ¿en qué andás vos?

—Es una pregunta hipotética —mintió Enzo.

—Es una pregunta específica —observó su hermana. Enzo hizo un gesto con la mano como diciendo dejá y pensó que ahí se terminaba el tema, pero Tatiana tenía otros planes—. Se te insinuó un pibe de veinte años, bien. ¿Te gusta este pibe?

—Eh —soltó Enzo, escondiéndose en la tarea de llenar una fuente con salsa. Tatiana lo miró fijamente por largos segundos y Enzo resopló—. Bueno, sí. Me gusta, pero es muy chico y...

—¿Y qué? —lo presionó su hermana.

Enzo cerró los ojos y soltó un suspiro antes de responder.

—Es el hijo de Gastón —dijo en un hilo de voz.

—¿Qué? —preguntó su hermana secamente.

Mientras Enzo terminaba de poner los fideos con salsa en la fuente, le resumió la historia lo mejor que pudo. Le contó de las cartas, el bar, Marcos, las noches que pasaba ahí y que ya no eran tan regulares después del incidente de la paja —aunque eso último no se lo mencionó, por supuesto—. Enzo fue conciso y directo al grano, no se anduvo con vueltas, aunque había muchas cosas que su hermana no sabía de él, porque se había encargado de que así fuera.

—Por lo que veo y entiendo —dijo Tatiana mientras empezaban a comer—, el pibe te gusta, pero sentís esa... culpa, porque es el hijo de quien fue tu primer amor, básicamente.

—Algo así —asintió Enzo—. Y lo de los hábitos y toda la cosa de ser cura también.

—Pero ya no sos —le recordó su hermana.

—No, pero la culpa está —remató Enzo. Miró su comida con ojos vacíos, porque de repente ya no tenía hambre—. ¿Sabés qué me da bronca? Que hay cosas que no me animo a hacer no por mis hábitos, sino porque siento que el viejo me va a venir a buscar desde la tumba.

—Enzo.

—Ya sé que no va a pasar, pero lo tengo acá —explicó Enzo, señalándose la cabeza con dos dedos—. No solo vivo cagado por eso, sino que pienso que en cualquier momento me voy a convertir en él. Y para él no había nada peor que ser puto, pero yo sé muy bien que peor es ser como él.

yo le hablo a dios y tú eres su respuesta » marenzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora