capítulo cuatro

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- Advertencias: religion kink; menciones de traumas e infancias difíciles.


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Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán.

(Salmo 63:3)


Enzo descubrió de la peor manera que un clavo nunca sacaba otro y escaparse de sus problemas no era ni nunca había sido una solución.

Aparte de no volver a aparecer por el bar de Marcos, Enzo no tuvo peor idea que empezar a verse más seguido con Pablo, todo para no caer en la tentación de volver con la cola entre las piernas a pedir perdón por desaparecer después de todo lo que había pasado. Se lo contó a su hermana y no solo ligó una seguidilla de puteadas, sino que también le dijo que no le hablara de nuevo hasta que no acomodara las ideas.

—Al final el pendejo boludo sos vos —sentenció su hermana antes de cortarle la llamada una vez que Enzo terminó de vomitar todo lo que había pasado con Marcos al llegar a su casa.

El desayuno de ese día, por supuesto, había quedado cancelado.

Enzo no había acomodado sus ideas, las había desordenado todavía más. Se había obsesionado con la idea de dejar a Marcos atrás para siempre, arrancarlo de su vida como había hecho con Gastón una vez, y Pablo fue la solución más rápida.

Todo empezó cuando aceptó esos brownies el día que volvió de lo de Marcos. Como no fueron a desayunar con Tatiana, porque se había enojado de verdad con él, y Enzo no tenía nada para comer, aceptó la propuesta de Pablo y lo invitó a tomar mates.

Se hizo algo regular, después del trabajo y los días de franco. Enzo hacía todo lo posible para no quedarse solo con su cabeza en la soledad de su casa. Pablo llenaba todos esos silencios que antes Enzo ocupaba con sus pensamientos y culpas. Se acostumbró rápido a su presencia, a tenerlo en su departamento y compartir cosas con él, desde comidas hasta anécdotas y charlas un poco más profundas y personales.

Por eso no se sorprendió cuando pasó algo más. Y Enzo no hizo nada para evitarlo tampoco.

Pablo lo hacía acordar mucho a Marcos. Tenían la misma edad y compartían una época en común que Enzo no. La energía era la misma y a veces eso lo asustaba y sobrepasaba. Sin embargo, eso parecía ser lo que más lo atraía de Pablo.

Tendría que haber sido más inteligente, pero Enzo estaba cansado de tenerle miedo a todo o no hacer cosas porque en su cabeza parecían incorrectas.

Pasó mientras miraban una película, una genérica de acción que a Enzo lo estaba aburriendo. A Pablo también, por eso no se quedaba quieto y cambiaba de posición cada cinco minutos en el sillón. Como la mayoría de las películas de ese estilo, tenía que tener una escena de sexo innecesaria y Pablo tuvo que decir algo al respecto.

—Podemos adelantarla si querés —sugirió Pablo, buscando como un desesperado el control de la tele entre las frazadas que estaban usando para taparse. En la tele, una rubia gemía sin parar. Enzo agarró la muñeca de Pablo para frenarlo.

—No soy un puritano —dijo Enzo secamente—. No me voy a poner colorado por una escena de sexo exagerada.

La mano de Enzo era enorme en la muñeca delicada de Pablo y los dos observaron lo mismo. Pablo, tan hablador e impulsivo, se quedó sin palabras. Enzo, siempre silencioso y sigiloso, solo se limitó a mirarlo. Pero se movieron los dos al mismo tiempo. Enzo lo agarró de la cintura y Pablo saltó a su regazo, comiéndole la boca como un desesperado, como si hubiese estado esperando el momento perfecto para hacerlo durante todo ese tiempo.

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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yo le hablo a dios y tú eres su respuesta » marenzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora