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Pov. Lizzie

Durante unas cuantas semanas, TN y yo habíamos estado en constante comunicación. Lo que comenzó con mensajes de texto ocasionales pronto se convirtió en largas conversaciones por teléfono, y antes de darme cuenta, me encontraba esperando ansiosamente esos momentos en los que nuestras voces se unían a través de la línea.

No solo nos reíamos de chistes tontos, sino que también compartíamos detalles pequeños, pero significativos, de nuestras vidas cotidianas. En el risco, donde nos encontrábamos regularmente para ver el atardecer, nuestras “citas”, como yo las llamaba en secreto, se sentían especiales, aunque simples. El tiempo parecía detenerse cuando estábamos juntos, envueltos en la tranquilidad del paisaje y la calidez de nuestra compañía.

Fue en una de esas salidas cuando TN, con una sonrisa algo nerviosa, me invitó a salir de manera más formal. Mi corazón dio un pequeño brinco de emoción. Acepté sin pensarlo demasiado, y le sugerí que nos viéramos el fin de semana en un café que conocía cerca de mi casa, en Studio City. Parecía un lugar perfecto, casual y acogedor, justo como nosotros.

El día de nuestra cita, me desperté sintiéndome más emocionada de lo habitual. Después de un desayuno ligero y de cuidar mis plantas, me dediqué a prepararme. Elegí un vestido sencillo pero elegante, en un tono que sabía que complementaba mis ojos. Quería verme bien, pero no demasiado arreglada; lo suficiente para que notara el esfuerzo, pero que aún se sintiera casual. Mientras me peinaba y aplicaba un maquillaje natural, me encontré sonriendo en el espejo, anticipando lo que la tarde podría traer.

Conduje hasta el café con una mezcla de nervios y expectación. A medida que me acercaba al lugar, mis pensamientos se arremolinaban. ¿Qué diría? ¿Qué pensaría él? Cuando llegué y lo vi esperándome fuera, mi ansiedad se desvaneció un poco. TN estaba allí, apoyado contra la pared del café, con esa sonrisa tranquila que tanto me gustaba. Su mera presencia tenía un efecto calmante en mí.

Nos saludamos con un abrazo cálido, y noté que su perfume tenía un toque especiado y fresco, una combinación que le quedaba perfecta. Me sentí cómoda al instante. Nos quedamos afuera, charlando mientras esperábamos nuestras órdenes. TN siempre lograba que la conversación fluyera con naturalidad, y esa tarde no fue la excepción. Hablamos de todo y de nada, disfrutando de la brisa suave y el bullicio lejano de la ciudad.

Cuando nuestras bebidas llegaron, nos sentamos en una de las mesas del exterior, disfrutando del ambiente relajado. El café era acogedor, con plantas en las esquinas y una decoración minimalista que lo hacía sentir íntimo, pero no sofocante. Mientras comíamos, la conversación se desvió hacia temas más personales, aunque todavía ligeros. Hablamos de nuestras películas favoritas, de los libros que estábamos leyendo, y de esos pequeños placeres que hacían nuestros días más llevaderos.

Sin embargo, en un momento, sentí la necesidad de conocer más sobre él, sobre su pasado. Le pregunté suavemente sobre su familia, sin imaginar el efecto que tendría. Vi cómo su expresión cambió, y por un segundo, pensé que me había equivocado al preguntar. Se notaba que le era complicado hablar del tema, y me disculpé de inmediato, intentando cambiar de tema. Pero TN me detuvo, asegurándome que estaba bien.

Lo escuché en silencio mientras me contaba sobre su infancia. Sus palabras me golpearon con fuerza, revelando una historia de dolor y soledad. Me habló de cómo sus padres lo ignoraban, lo hacían sentir insignificante, y de las veces en que lo dejaban a su suerte, sin siquiera un gesto de cariño. Había tanto dolor en sus palabras que me resultaba difícil contener las lágrimas. No podía imaginar cómo alguien tan increíble como él había soportado todo eso.

Me acerqué a él, instintivamente, y lo abracé. Fue un abrazo firme, cargado de emociones. Le susurré que todo estaría mejor, que me tenía a mí, y que lo apreciaba mucho. Sentí cómo su cuerpo se relajaba ligeramente en mis brazos, y eso me dio algo de paz.

Cuando nos separamos, noté que me miraba con una mezcla de gratitud y vulnerabilidad. Inspirada por su honestidad, comencé a hablarle sobre mis propios demonios. Le conté acerca de mis ataques de ansiedad, de cómo a veces sentía que el mundo se cerraba sobre mí, dejándome atrapada en una espiral de pensamientos oscuros. Compartir esto con él me hacía sentir expuesta, pero al mismo tiempo, segura.

Pasamos el resto de la tarde paseando por una plaza cercana. El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de un suave tono dorado. Mientras caminábamos, sentí que algo había cambiado entre nosotros. Habíamos compartido partes de nosotros mismos que no muchos conocían, y esa conexión nos unió más. En un momento, sin siquiera pensarlo, tomé su mano. Fue un gesto pequeño, pero para mí, significaba mucho. Sentir la calidez de su piel contra la mía, la manera en que nuestros dedos se entrelazaban de forma natural, me hizo sonreír.

Continuamos nuestro paseo, charlando y riendo, disfrutando de la compañía del otro. Por un momento, sentí que éramos una pareja normal, sin preocupaciones, simplemente disfrutando del tiempo juntos.

Cuando finalmente llegamos a mi auto, ambos nos detuvimos. Había una tensión suave en el aire, como si supiéramos que algo importante estaba a punto de suceder. Nos miramos a los ojos, y en ese instante, el mundo pareció detenerse. Lentamente, me acerqué a él, y nuestros labios se encontraron en un beso tranquilo.

Sus labios eran suaves y cálidos, moviéndose con una delicadeza que me hizo temblar. Era un beso lento, lleno de sensaciones que recorrían mi cuerpo, desde la calidez de su respiración hasta la firmeza de sus manos en mi cintura. La manera en que sus labios rozaban los míos, el leve sabor a café en ellos, todo era perfecto. Sentía su corazón latiendo cerca del mío, como si estuviéramos sincronizados en ese momento íntimo y único. Cerré los ojos, permitiéndome disfrutar completamente del beso, saboreando la conexión profunda que sentía con él. Fue un beso que decía más de lo que nuestras palabras podían expresar.

Cuando nos separamos, la falta de sus labios dejó una sensación de vacío que casi dolía. Sin embargo, el eco de ese contacto aún vibraba en el aire entre nosotros. Ninguno de los dos supo qué decir al principio. Finalmente, TN rompió el silencio con una pequeña sonrisa y dijo: "Tal vez me tardé más de lo que hubiera querido."

No pude evitar reír por su comentario, y asentí, con una sonrisa que aún reflejaba la emoción del beso.

Nos despedimos con otro beso corto, y mientras me alejaba, sentí que algo hermoso estaba comenzando entre nosotros. Mientras conducía de regreso a casa, mi mente no dejaba de volver a ese momento, reviviendo cada sensación, cada detalle. Sabía que algo había cambiado entre nosotros, y la idea de lo que podría venir me llenaba de una mezcla de alegría y anticipación.

Sobre El Risco || Elizabeth Y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora