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Cobraba siempre por adelantado, pues sabía nadie resultaba insatisfecho, todos terminaban encantados y volvían tarde o temprano, a veces más temprano de lo que quisiera.

Los precios que establecía eran lo suficientemente accesibles para los alumnos de dicha universidad. Nada era la cantidad de dinero que les cobraba para aquellos herederos, hijos de funcionarios, o bien, emprendedores con su ya buena fortuna hecha. En realidad sus precios eran perfectos y sin problema se lo pagaban. Así funcionaba en la universidad donde estudiaba.

El mejor lugar de todo el centro de estudios era el pasillo que estaba en la parte del campo; ese que estaba entre los baños del gimnasio y la bodega. La razón. Ninguno de los edificios tenía ventanas. Y era estrecho, además oscuro. Lo hacía perfecto el hecho de que nadie se asomaba. En realidad, nadie pasaba por ese lugar del campus universitario.

Pues ahí estaba, un chico con uniforme de americano estaba enterrándose en su trasero, iba rápido y le agarraba las nalgas con fuerza. Y más que estar centrado en algún placer, temía porque su piel se marcara. Así que terminó por advertirle a medio gemido.

—Recuerda, nada de marcas—

Al parecer su voz aguda, entre el jadeo y su rostro al girarse para verlo, le causó al chico un orgasmo. Sexo rápido. Eso era lo que establecía su nota; repartida a cada casillero, de boca en boca y mensajes de texto; lo que cobraba. Cuarenta mil wons, cantidad que muchos le pagaban.

—Eres increíble, Baby J

Sintió que le acarició el trasero antes de salir.

—Es un placer que te puedo ofrecer, Mark—

—Te envío mensaje en la semana para que vayas a mi casa. Ya sabes el próximo fin no estarán mis padres. Resérvame toda la noche, Baby J

—Por supuesto estaré para ti, Mark—

—Debo ir con el equipo, te veo el fin, Baby J

El chico de cuerpo bien formado, piernas fuertes y brazos marcados salió del pasillo arreglándose la ropa. Era alguien sumamente guapo y alguien muy frecuente en su lista de "conquistas"; palabra que utilizaban para no hacerlo tan evidente. Era un poco posesivo pero cada semana tenía algo con él y luego le dejaba un poco más de dinero. Era agradable igual, no era tan brusco como muchos otros, ni solía insultarle, pero no era tierno, menos cariñoso. Mark solo quería sexo y ya.

Subió su pantalón y se estiró antes de salir de aquel pasillo oscuro, se aseguró que no hubiera nadie y fue a la biblioteca. Debía terminar un proyecto y estudiar un poco el nuevo tema a cuya clase no había entrado por cubrir un trabajito.

Los sábados la biblioteca parecía aún más tranquila. Muy pocos alumnos iban a la escuela ese día y menos se aparecían por la biblioteca.

Gustaba ir a uno de los balcones, porque desde ahí podía ver perfectamente a aquel chico. No era el mejor cuerpo de la escuela, tal vez ni el rostro más guapo y su fama era muy mala. Pero había algo que le atraía, claro que nunca se le acercaría, seguro sabía de él y muy probablemente aceptaría a tener sexo; cuya situación no le parecía desagradable. Pero su timidez, que hacía unos años había perdido, salía a relucir con ese chico.

Lo vio leyendo, sus manos gruesas y blancas pasaban las hojas poco a poco, jugaban con las orillas de las hojas. Y sus labios se abultaban debido a la concentración, que de igual manera lograba hacerle fruncir el ceño. Era perfecto. Y no sabía ni cómo se llamaba.

La tarde pasó rápido, debía ir a uno de sus trabajos de medio tiempo. Y como había pasado mucho tiempo admirando al chico de la biblioteca, tuvo que correr porque el tiempo se le iba encima.

Su informe estaba en su casillero, un pantalón negro, muy ajustado; una camisa blanca llena de encajes y estampados, y un choker de terciopelo con un pequeño dije que decía "Kitten".

Salió con la sonrisa más tierna que logró. El lugar seguía vacío, por lo que podía ir a hablar un poco con su mejor amigo, Donghyuck. Él vestía igual, solo que su dije llevaba escrito "Puppy", además se encargaba de servir las bebidas, a diferencia de él quien las repartía.

No trabajaba en un lugar cualquiera, era un bar famoso; eso claro, si ese lugar podía considerarse un bar. Iban personas de altos ingresos, dueños de grandes compañías, servidores del gobierno, personas que los fines de semana disfrutaban tragos, despilfarraban dinero y gozaban de los trabajadores jóvenes y bonitos, a los que podían llamar por lo que decía su choker y hasta a veces salir con ellos de compañía para la noche.

Jaemin no podía negar que varias veces había terminado en las sábanas de grandes casas lujosas, lo había hecho y no se arrepentía, pues esas personas le daban mucho dinero, demasiado a comparación de lo que cobraba en la escuela.

Y si esa noche encontraba a alguien lo suficientemente agradable estaba dispuesto a ir con él.

—Donghyuck, ese de allá me está viendo—

—¿Irás con él esta noche?—

—Sabes que necesito el dinero. Hubo una complicación en el hospital—

—No entiendo por qué sigues salvándola, si solo te arrebató lo que más querías y cuando más lo necesitabas, no te apoyó—

Hizo una mueca solo para Donghyuck y regresó a su trabajo. Iba de mesa en mesa, sonreía y aceptaba sentarse en las piernas de alguien a cambio de algunos billetes. Así se movía ese ambiente de trabajo, que bien podía ser algo bastante ilegal y llamado prostitución. Pero lo cierto era que cada uno de los trabajadores estaba por gusto y accedían a placer o a conveniencia.

Cuando hizo una pausa para ir al baño, aquel chico que lo miraba, desde hacía un rato, le tomó la muñeca. Lo tomó por sorpresa, no había sido brusco, sino delicado y algo tímido.

—¿Ya te vas?—

—No, yo solo...— parpadeó por la sorpresa

Kitten— sonrió de lado sin soltarle aún

—Sí, ese es mi sobrenombre— se sonrojó

—¿Y tu nombre?—

—Ese no se lo puedo decir— sonrió tímido

—Pues lo quisiera saber, ¿a qué hora sales?—

—A la una termina mi turno—

—Pues estaré esperando en mi coche, Kitten— el joven le dejó un billete de una buena denominación entre el choker y su piel, y al acercarse le susurró —Es el rojo de la esquina—

Sonrió y con un movimiento sexy tomó el dinero. Lo guardó en la bolsa trasera de su pantalón. Era su respuesta, iría.

Al salir el viento era frío. Y había olvidado su chamarra dentro del bar. Pensó en regresar por ella, pero aquel joven del carro rojo fue rápido y le dio su saco. Sin duda era un sujeto agradable.

—¿Vienes, Kitten?—

Le acompañó a la puerta de copiloto, le abrió y cerró, como un caballero. Como nadie lo haría en la universidad. Como muy pocos lo tratarían.

Arrancaron y sintió un vuelco en el estómago. Siempre que terminaba sus noches con alguien que llegara al bar, le pasaba. La razón era que no sabía nada de ellos, eran más grandes a veces por una cantidad estúpida de años, además de que nunca sabría a dónde lo llevarían y menos cuánto le pagarían.

—Bonito, iremos a mi departamento, espero no te incomode—

Negó con la cabeza y se le sonrojaron las mejillas, aquel joven era bastante agradable, y muy guapo a decir verdad. Tenía rasgos fuertes, una piel morena y ojos brillantes. Vestía tan formal como lo era su tono de voz, y a la vez era delicado al tratarlo.

—¿Cómo se llama?—

—¿Cómo te llamas tú?—

—Me llamo Jaemin . Pero prefiero que me digan Baby J

—Jaemin es un nombre bonito— le dedicó un mirada rápida para no perder de vista el camino —Yo soy...—

mi preciosa bola de arroz    /   renminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora