XII. Entre el hielo y la piel

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JungKook observó la escena, perplejo, con los ojos grandes llenos de confusión

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JungKook observó la escena, perplejo, con los ojos grandes llenos de confusión. La mujer desconocida —al parecer solo para él—, se aferraba a TaeHyung entre sollozos, mientras que el alfa seguía a un paso más allá de la entrada de la fortaleza, inmóvil como estatua, con la mirada fija en el capitán; JungKook podía ver al hombre vacilar entre avanzar o no. Ambos desconocidos ya entraban en los cincuenta, con canas en el cabello y arrugas en el rostro.

—Dioses benditos, TaeHyung —sollozó la omega, separándose del abrazo para acunar el rostro ajeno e inspeccionarlo de hito a hito—. ¿Dónde has estado? ¿Estás bien? ¿Cómo te hiciste esas heridas en el rostro? ¡Dioses, cómo has crecido!

TaeHyung, tenso de pies a cabeza, miró a su padre más allá y luego a JungKook, notando de inmediato su confusión, con esos ojos preciosos ojos grandes bien abiertos. Pero no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo, porque su madre, en un gesto rápido, le dio un coscorrón en la cabeza. TaeHyung se quejó en voz alta y no tuvo tiempo para nada más porque la mujer le tiró de una oreja, justo como cuando era un niño.

—¡¿Cómo pudiste irte sin más y dejarnos así?! Niño insolente. ¡¿Sabes cuánto te buscamos?!

—Mamá-

—Vivien, deja al muchacho —intervino el alfa, que se acercó a paso lento. Parecía ya haber salido de su trance, pero sus ojos y rostro seguían igual de conmocionados—. Ya está lo suficientemente grande para tomar sus propias decisiones.

Vivien arrugó el rostro en desacuerdo, pues a sus ojos TaeHyung seguía siendo solo un niño. Su niño. Sin embargo, cuando observó un poco más sus facciones, maduras, con el cabello largo y hombros anchos...; cayó en cuenta que ya no lo era más. Retiró con lentitud su mano del rostro de TaeHyung y acunó su propio pecho, llena de pesar y sentimiento.

—Mi bebé...

—Madre... —musitó con los pómulos enrojecidos, tragando grueso porque no sabía qué decir, nervioso por esas dos miradas tan conocidas y a la vez tan extrañadas. Se volvió hacia la tercera persona que lo observaba, permaneciendo al margen. Caminó hacia JungKook, que tragó saliva, pues la pareja se acababa de dar cuenta de su presencia ahí—. Mamá, papá, les presento a JungKook Maret de Revenir, rey consorte de Eldaroth.

Los ojos de ambos se abrieron más, si es que eso era posible, no sabiendo cómo reaccionar a más noticias impactantes.

—¿Majestad? Oh, Dioses, qué vergüenza —jadeó Vivien, llevándose las manos al rostro colorado.

JungKook contuvo una sonrisa, obviando su propio trance inicial.

—Su Fortuna, ellos son Jorah y Vivian Bartelot, marqueses de Jaradar —carraspeó TaeHyung—. Mis padres.

TaeHyung rascó su nuca y le evitó la mirada, pues JungKook lo observó de soslayo con ojos que decían claramente: «Qué bien escondido lo tenías».

El monarca y el vasallo de la bruma © TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora