VI. Crudeza, traición y actos que lamentar

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La puerta del lustroso carruaje real se abrió para él

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La puerta del lustroso carruaje real se abrió para él. JungKook Maret, que vestía con un impecable atuendo de color negro con ornamentos dorados de encaje y una corona sobre sus cabellos rubios, salió del carruaje con la ayuda de un guardia real que, cortésmente, le ofreció la mano para bajar. Tras él descendieron sus omegas de compañía, que lo siguieron una vez emprendió camino a la muralla del Castillo Azul.

Su andar era indiscutiblemente propio de un rey consorte; la barbilla en lo alto y espalda recta; mas no denotaba ese egocentrismo que definía a los otros reyes. JungKook Maret era... diferente, y todos podían notarlo. Quizá esa era la razón por la que los sirvientes y guardias supieron tomarle aprecio con facilidad.

—HaeRin, asegúrate que esas personas reciban todo lo que les prometí —indicó JungKook, mirando de soslayo a su más reciente omega de compañía, una omega noble de cabello de rostro dulce y cabello almendrado.

—¿Incluyendo sus prendas y ropajes? —preguntó ella, un tanto sorprendida.

—Por supuesto, estoy seguro que podemos sacar algunas cosas de mi armario, no necesito tanta ropa —manifestó JungKook, moviendo la cabeza—. ¿Pensabas que todo lo que dije allá fue actuado?

—Y-Yo...

HaeRin tartamudeó, temerosa de haberlo ofendido de alguna forma. Pero era difícil para ella creer que un rey hubiese ofrecido sus propias prendas, comida y comodidades a los pueblerinos de las localidades empobrecidas a las afueras de la Ciudad Azul, que se hubiese ensuciado el calzado de tierra y arrastrado su costoso atuendo por el barro, que no hubiese despreciado ni a una sola persona que se acercó para saludar, abrazar o besarle la mejilla. Estaba fascinada y a la vez estupefacta.

Desbaratando todas sus conjeturas, el rey consorte se rio sin tapujos, sorprendiéndola una vez más.

HaeRin parpadeó y se sonrojó cuando el rey le tomó la mano para que igualara su paso.

—Te diré un secreto —susurró JungKook con complicidad—. Solo aparento para cumplir con el sube y baja monárquico que se juega aquí, Rin, pero con las personas correctas... No soy muy distinto a la gente que conocimos hoy. Puedo tener una corona sobre mi cabeza. —La señaló—, lujos y joyas, pero puedo prescindir de todo eso, a diferencia de otros reyes o reinas.

HaeRin quedó boquiabierta, atónita. JungKook rio de nuevo y le dio un golpecito cariñoso en la barbilla para que la cerrara. Luego se adelantó, dejando a HaeRin atrás, quien aminoró el paso, procesando. Los otros omegas de compañía rieron y la tomaron de las manos para que siguiera avanzado.

—Nunca pensé que un rey sería así —dijo pasmada.

Uno de sus compañeros rio.

—Nuestro rey es especial —mencionó JungWoo, viendo como el rey consorte conversaba con Redwyne unos pasos más adelante.

El monarca y el vasallo de la bruma © TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora