♦︎ espina. III

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♦︎; tercera espina.
Naipes.

Presente.

El sudor corría por su frente y empapaba su cabello, o al menos el de la peluca. Jacques venía detrás de él, herido en un brazo debido a un rasguño, nada demasiado grave, pero.

¿Qué había pasado esa noche para que estuvieran en esa situación?

♦︎ ♦︎ ♦︎

Desde ese fatídico día, Vivianné no volvió a ver al hombre, ni el hombre a Vivianné. Nunca más se quedó atendiendo clientes, se encargaba de hacer entregas o de limpiar, ya moría lo suficiente de vergüenza como para intentarlo otra vez.

Pensaba que tal vez trabajar en una cafetería no era buena idea —aunque ya tuviera tiempo allí—, y menos para alguien que era nuevo e inexperto en el mundo. Bueno, "nuevo", pues ya tenía algunos meses viviendo en Londres, y en el "mundo real" varios años, arriesgándose a ser capturado, ¡pero no tanto! Tenía a Jacques haciéndole compañía; ambos compartían estrategias.

Una vida común en el día, pero nadie sabía lo que cada uno hacía por las noches.

Dos estafadores con disfraces, las locaciones fácilmente se resumen en casino o discotecas, aunque Vivianné jamás había asistido a una, para Jacques era la oportunidad perfecta.

—Ya es nuestra hora de salida, y... —Jacques imitó un redoble de tambores en el pequeño casillero—. Te enseñaré parte de mi mundo.

—Ya, pero, ¿qué pasa con Oliver?

—Sueles dejarlo solo en las noches, una más no lo pondrá en peligro —dijo Jacques, causando que el príncipe frunciera el ceño levemente—. Bueno, tengo contactos que anteriormente me cuidaban a mí de pequeño.

—¿Señoras mayores que le leerán cuentos clásicos antes de dormir?

—¡No seas tan cliché! —exclama mientras salen de la cafetería, llamando la atención de los pocos peatones que pasaban—. Ya tienen a sus hijas, jóvenes adultas que aman incondicionalmente a los niños.

Con duda, Vivianné movió la cabeza en un asentimiento.

—Confía en mí, Anne.

—Lo hago, pero nunca he dejado a nadie con Oliver y menos en mi departamento, ¿y qué si fisgonean? —susurra, llevando uno de sus dedos a la boca, mordiendo la uña.

—Entiendo que te preocupes, pero te prometo que no sucederá nada, Oliver estará bien y esas muchachas no van a andar de chismosas.

Al final, Vivianné decidió aceptar la ayuda, aún con muchas dudas al respecto, pero no podía volver a dejar solo a Oliver, ya era suficiente. Para su suerte, tendría todo el fin de semana para estar con él y recompensar el tiempo perdido.

Llegaron a casa de Jacques tras caminar unas cuadras en silencio, tan solo escuchando música y viendo a los autos pasar. El ambiente entre ambos era bastante tranquilo casi siempre, necesidad de hablar no tenían, mucho menos Vivianné, quien suele ser bastante callado la mayoría del tiempo, y no precisamente porque quiera, sino porque es tímido.

Jacques, en cambio, era la versión más animada y habladora, una salvación para alguien que siempre fue solitario. Se conocieron una vez Vivianné entró en la cafetería, hubo un click instantáneo y poco a poco se volvieron inseparables.

Con el tiempo, Jacques se dio cuenta de la poca capacidad que tenía el muchacho de entablar una conversación, entonces encontró una solución perfecta para ambos: música y audífonos. Tomaban el bus casi siempre, y en el trayecto compartían melodías, manteniendo el silencio para no interrumpir a los intérpretes.

ThornsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora