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Advertencias: Suicidio, necrof¡l¡a, decapitado, monstruos. Menciones de problemas psiquiátricos. Sangre. Adicción.

Notas: No se incentiva a realizar ninguna de las siguientes cosas mencionadas a continuación, si tienes problemas sea la magnitud que sea, busca ayuda. Esto es ficción, recuerda no darte un autodiagnóstico.

🔮

Regresó y… ¿Qué? ¿Aquino?

La pérdida de Aquino lo sumergió en un abismo de dolor punzante. Buscó frenéticamente en cada rincón de su entorno; el silencio opresivo comenzó a devorarlo, mientras la ansiedad se arrastraba, envenenando cada pensamiento.

Mierda, tenía que arreglar ese maldito reloj. No podía concentrarse en el mapa si su mente seguía enloqueciendo. Le faltaban el lado sureste y luego el noreste, sentía que esos lugares podrían ofrecerle respuestas. Tomó una respiración temblorosa y se frotó la cara, intentando desesperadamente calmarse.

Las dos lámparas en su improvisado despacho le habían sido compañía en su luto helado. La madera crujía bajo su peso mientras apoyaba de nuevo sus codos sobre la mesa, que también crujía. Miró hacia el pasillo oscuro al fondo de la habitación, con la puerta entreabierta que le ofrecía una inquietante sensación de vigilancia. No había podido dormir; sentía garras invisibles aferrándose al marco de la puerta. Sus ojos amatistas se aferraban al mapa, buscando una fuga de la realidad que lo aplastaba.

Necesitaba pastillas.

El santuario de Aquino, como le gustaba llamarlo, estaba sellado con candado y madera, una barrera que engañaba su mente, susurrándole cosas como: "Aquino está allí, haciendo sus cosas raras", acompañado de los ecos de sus propias risas distorsionadas. “Seguro me llamará para probar sus pociones.” Una y otra vez, hasta que comenzó a aceptar esa ficción como una verdad inmutable.

Se dio media vuelta, alejándose del pasillo y de la mesa, en busca de otro mapa de esos territorios inexplorados.

Escudriñó entre las hojas no utilizadas para su exploración; el pitido del silencio se volvía ensordecedor, seguido del latido pausado de su corazón, que se aceleraba con cada segundo que pasaba sin encontrar lo que buscaba. Se detuvo, sintiendo la presencia de algo o alguien detrás de él.

Un escalofrío helado le recorrió la espalda. El miedo a girarse lo paraliza. No tenía su espada para defenderse. Avanzó con pasos cautelosos, cada crujido de la madera parecía amplificado. Finalmente llegó al otro extremo del cofre, echando miradas furtivas hacia el pasillo mientras seguía buscando: de cofre a pasillo y viceversa.

Cerró el cofre de golpe cuando lo encontró.

Se puso de pie, la ansiedad en sus movimientos, y, echando miradas ocasionales al pasillo, regresó a sus cosas. Con el lápiz y el compás, comenzó a trazar líneas frenéticas. De aquí para allá, de un punto muerto a otro reconocido. Y se detuvo. Parpadeó lentamente. La manecilla del reloj, detenida a las ocho en punto.

Quejas y gemidos comienzan a retumbar por el cuarto, los mapas comienzan a empaparse de sangre. Muerde su labio inferior de manera brusca sintiendo la sangre comenzar a derramarse por su cavidad bucal. El corte comienza lento, el largo comienza a recorrer su brazo, la sangre comienza abrotar con coágulos pequeños hasta que aleja la punta del compás.

Chorrea lento, se acerca a su antebrazo donde la sangre derrama y su lengua queda fuera. Y lame la herida, trazando suave comenzando a saborear con sus papilas el sabor metálico y el olor exquisito como agua de manantial necesitado de más exquisitez. Luego, se aleja cuando la sangre comienza a borrar de forma frenética.

Bajó las mangas de su chamarra, inmovilizado por el terror mientras examinaba el mapa y los puntos señalados. Su llanto se convirtió en sollozos sofocados. La manga de su brazo herido se empapaba rápidamente en una mezcla de sangre negra y roja, y el aire se cargaba con un hedor metálico y repugnante.

¿De qué servía esta búsqueda?

Después de todo, Aquino estaba muerto.

Secó sus lágrimas con desesperación, sin tocar la herida, y su mirada se deslizó por el pasillo vacío. Un silencio opresivo llenaba el espacio, como si el mismo aire contuviera el aliento.

Una figura alargada y grotesca se alzó hasta el techo, con cuencas oculares vacías y pupilas oscuras. Sus garras largas y afiladas rasgaban la pared mientras avanzaba de manera errática y espeluznante. Duxo retrocedió, tropezando y cayendo sobre la tapa del cofre. Las lámparas de aceite se apagaron de golpe, envolviendo todo en una oscuridad espesa.

—¿Qué mierda...? —Su voz salió en un susurro tembloroso, mientras sus manos se aferraban desesperadamente a los bordes de la madera y el hierro. La bestia avanzaba con una calma aterradora.

El aliento de la criatura, una mezcla repulsiva de orina rancia y fentanilo, le envolvía la cara como una niebla asfixiante. Las garras huesudas de la bestia rozaban sus costados, creando una sensación de contacto frío y horrendo, intentando desgarrar la piel del miedo mismo.

—¿Por qué no lo salvaste? —la voz de la bestia era un susurro quebrado. Sus huesos se movían bajo su piel cadavérica. —¿Por qué huiste?

—Yo no lo hice.

—Lo hiciste. Lo dejaste para que muriera. —La bestia desapareció de repente en la penumbra, dejándolo temblando.

El pánico lo invadió con una intensidad abrasadora, su respiración era entrecortada y un gorgoteo asfixiante se formaba en su garganta. El mareo lo hacía sentir que el mundo giraba a su alrededor, y su mirada se deslizó hacia un lado, temblando.

Allí, al borde de su visión, estaba la figura de nuevo pegada a su lado, tan cercana que sentía su frío aliento en su piel.

No podía gritar. No podía moverse.

La bestia abrió su boca mostrando sus filosos dientes...

Despertó.

Parte de su saliva había caído sobre el mapa mientras se ponía en pie de golpe botando su silla hacia atrás. Un mareo aparece en su mente agarrándose la cabeza fuerte apoyándose sobre la mesa. Su brazo vendado donde se había hecho la herida.

—Carajo... —Inhala y exhala de manera apresurada mientras busca calmar su corazón y mente. —Debo darme un respiro de esto.

Después de un rato de calmarse toma el mapa y sus cosas. Equipando perfectamente comienza a caminar hacia la salida. Cierra la puerta.

¿Por qué no miras atrás?

🔮

¿Qué les parece? ¿Muy apresurado?

Do you remember me? [Duxo y Aquino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora