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Si pudiera estar con ella y huir, entonces la llamaría

Porque ella es el drama viviente, ella sabe que voy a llamarla

Ella se pone en el sol y luego pide algo

La llevo a un lugar oscuro y travieso 

Limpio mi sistema, no necesito a otra, ella es mi collar

...

—¿Y luego qué pasó? —las mujeres reunidas en la mesa estaban al borde del asiento con el relato de su amiga.

—Me fui —Yunah suspiró y fingió llorar— Fue algo muy difícil cuando lo tenía tan cerca de mí, actuando como todo un hombre —la castaña suspiró profundamente— Les juro que quería lanzarme a él y nunca separarme.

—No me imagino lo ardiente que debe verse ahora —Mei sonrió con confianza— Yo me hubiera unido a su maldito culto solo para estar con semejante hombre.

—¿Eres mi amiga o me lo quieres bajar? —Yunah cuestionó con gracia, arqueando una ceja— Pero sí, tienes tanta razón. Sin embargo, primero es mi deber como hechicera, y quiero por fin volverme alguien de primer grado. Casi piso el tercer escalón de mi vida y aún no he logrado eso. Me siento patética.

—¿Es acaso eso un voto de confianza de la arrogante Yunah? —Shoko sonrió, apoyando la barbilla en su mano mientras observaba a su amiga con interés.

Las tardes como esas eran valiosas, pocas veces podían reunirse de esa manera, y cada vez que lo hacían, las conversaciones fluían con naturalidad. Pasaron de hablar de la vida amorosa de Shoko, a la vida de millonaria de Mei, y ahora el tema central, que merecía todas las actualizaciones, era la resolución después de 10 años de la relación entre Suguru y Yunah.

—Estoy siendo abierta con mis únicas amigas — la rubia castaña, sonrió ampliamente— Quiero que sepan todo lo que hago con ese hombre.

—Y lo agradecemos —respondió Mei, levantando su taza de té en un brindis informal— ¿Así que, cuándo volverás a verlo? ¿Tienes algún plan?

—Lo veré pronto, creo — jugueteó con una hebra de su cabello, perdida en sus pensamientos— Pero no quiero que parezca que estoy desesperada por él, aunque... tal vez lo esté.

—No te preocupes tanto —Shoko intervino con una sonrisa tranquilizadora— Si algo nos has enseñado es que siempre logras lo que te propones. Si quieres a Suguru, lo tendrás.

Yunah asintió, agradecida por el apoyo de sus amigas. La conversación siguió fluyendo, con risas y confidencias que llenaban el ambiente. Las tres mujeres se sentían unidas por sus experiencias y sueños compartidos, sabiendo que, sin importar los desafíos que enfrentaran, siempre tendrían el respaldo incondicional de sus amigas.

...

—¿Para qué es todo eso, señor? —preguntó Manami con una mezcla de curiosidad y desconcierto al observar el mural de fotos que Suguru había montado en una de las paredes. Las imágenes eran diversas, pero todas giraban en torno a una mujer a la que Manami había visto el día anterior.

Suguru, con su habitual calma, desvió la mirada hacia ella mientras organizaba las fotografías. Su voz era suave, casi hipnótica. —¿Nunca te enseñaron a manifestar, Manami? —preguntó, como si estuviera impartiendo una lección trivial.

Frente a él, el mural estaba compuesto por recuerdos de su pasado y deseos para el futuro. Fotos de Yunah, algunas tomadas durante su adolescencia juntos, cuando sus vidas aún no habían tomado caminos opuestos. Había otras imágenes también: objetos que representaban una vida que él imaginaba, una vida donde Yunah estaba a su lado, liderando con él. Una relación duradera, un imperio construido sobre sus ideales.

Please - Suguru GetoWhere stories live. Discover now