- ¿Ese 𝙋𝙧𝙚𝙘𝙞𝙤𝙨𝙤 𝙊𝙢𝙚𝙜𝙖 de ahí? - lo señaló, obteniendo un asentimiento por parte del alfa- Ah sí, es Mi Omega.
Jeongin y Hyunjin se habían conocido en un bar, y desde esa noche, el alfa estaba cautivado por la preciosura que era ese Omeg...
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Hipofrenia: sentimiento de tristeza sin causa aparente.
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— ¿Entonces han venido hasta aquí solo para verme?
— También a Yeonjun. La idea fue de Minho.
— ¿Por qué me expones?
Hyunjin los miró con diversión, inclinándose sobre la barra. A sus amigos se les había ocurrido la maravillosa idea de irlo a ver al trabajo solo para joder su existencia.
— Bueno, lamento decirles que todavía estoy en horario de trabajo y Yeonjun también, y que si no van a pedir nada, váyanse.
— Bueno, dame cuatro coca colas por favor. — Pidió Seeun, uno de sus pocos amigos omegas mientras le extendía su tarjeta obteniendo un resoplido cansado por parte del ojiazul— ¿En cuanto terminará tu turno?
— En una hora. — Hyunjin le volvió a dar la tarjeta para después darse la vuelta, agarrar las latas de cola y dejarlas sobre la barra.
— Te esperamos sentados atrás.
Hyunjin asintió a las palabras de sus amigos quiénes como dijeron, empezaron a caminar a una de las mesas que estaban pegadas a la pared en la parte de atrás.
El omega resopló al verlos sentados, por lo que empezó a limpiar el interior de unas copas con cansancio. Ese día eran esos en los que tenía cero ganas de trabajar y prácticamente de vivir, pero tenía que cumplir con su deber.
Estudiar y trabajar todos los días. Él amaba su trabajo y amaba estudiar, pero en ciertos momentos, como esos, no tenía ganas.
Pasó las manos por las hebras negras de su cabello con un bufido deslizándose por sus labios. Sentía que todo su cuerpo estaba raramente pesado, estos días estuvo de esa manera.
Sentía y sabía que su mejor amigo lo miraba desde el fondo con preocupación, al igual que su hermano mayor que no dejaba de subir y bajar las escaleras. Sabía que estaban presintiendo que algo no estaba bien con él mismo, pero no sabían qué.
Es más, ni él mismo sabía que le ocurría. El suceso de hace tres días, en el cuál fue protagonista un alfa de estatura alta, ojos negros y sonrisa preciosa, no abandonaba su mente. Siempre volvía aquel recuerdo todos los días y todas las noches, listo para dejarlo sin dormir.
Su celular sonaba incontables veces en su bolsillo, tantas veces que lo tuvo que silenciar. No era tonto para saber que se trataba de sus hermanos y padre preguntando si se encontraba bien. No tenía ganas de responder a nada. En pocas palabras, no tenía ganas de hacer nada.
