MOUAT - Thomas Brodie Sangster
Dos adolescentes de dos mundos completamente diferentes, uno siendo pureza y amabilidad mientras que la otra solo maldad y crueldad.
Las historias de los cuentos ya están escritas, el príncipe gana y el villano pierde...
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Mini
Mal leía su libro de hechizos mientras ordenaba a Evie y a mi a conseguir ciertos ingredientes para este hechizo que haríamos. Mezclaba aquella masa de galletas, la idea de hacer galletas sonaba demasiado estúpida en mi cabeza pero al momento de prepararlas fue todo lo contrario diría yo que hasta fue divertido.
—Aquí dice que necesitamos una lágrima y yo nunca lloro—explicó quitando su mirada del libro.
—Rebananos una cebolla—ofreció Carlos sacando una cebolla de una caja que estaba detrás de él.
—No, dice que se necesita una lágrima de tristeza humana y esta poción es la mejor que hay así que ¡No hay que equivocarse!
—Si lloras da igual.
—Eso no es cierto Jay—interrumpió la peliazul—Tiene más anticuerpo y más proteínas que una lágrima de dolo.
Quite mi mirada de la mezcla y observé a la chica incrédula.
—¿Como sabes eso?—pregunte con una sonrisa.
—Si que ha leído—solo un ligero cántico Mal, respondiendo mi pregunta.
Evie asintió.
—Ya sabía—hablo Jay.
Lo mire y negué mientras me burlaba de él. Nuestra plática fue interrumpida por Lonnie entrando a la cocina, Mal y Evie me habían contado sobre ella hace un momento. Resulta que era una chica que después de que Mal arreglara el cabello de Jane para poder conseguir información el rumor se corrio y al final llego Lonnie con Mal para que hiciera lo mismo.
—Ahí estas Mal, no sabes, todas las chicas quieren que les arregles el cabello—camino hacia nosotros y me observo—Ah ¿Tu eres Mini? No tuvimos o oportunidad de conocernos, mucho gusto soy Lonnie, hija de Mulan—extendió su mano para saludarme pero no la tome, esta lo quito incómoda—Ehh, ¿Qué están haciendo?—pregunto al observar aquel bowl en mis manos.
Todos nos asustamos.
—Es solo un bocadillo nocturno, ya sabes "galletas de media noche"—hable rápidamente.
La chica acercó su dedo a la masa y robó un pequeño pedacito de ella.
—¡No!¡No!¡No!—gritamos los cinco tratando de detenerla.
Lonnie chupó su dedo y nos miró confundía—¿Qué? No voy a mojarlo otra vez—soltó una risita.
