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Los pasillos de la mansión de Taehyung vibran con el susurro de pasos furtivos, como si mil historias antiguas despertaran bajo la urgencia de pies mortales. Jungkook avanza, su respiración entrecortada tejiendo una sinfonía con el tamborileo salvaje de su corazón, que resuena en sus oídos como el trueno de un cielo tormentoso. Cada sombra se estira y contorsiona, un espectáculo macabro que parece danzar alrededor de él, mientras que los retratos colgados con solemnidad en las paredes lo escrutan con ojos que destilan sigilo, como guardianes eternos de un reino suspendido entre el amor y el terror.
En su frenética huida, Jungkook siente más que escucha la presencia que lo persigue: Taehyung, cuya velocidad sobrenatural es un susurro apenas perceptible en el aire cargado de la mansión. La preocupación de Taehyung crece con cada zancada, un eco sordo en la penumbra. Sus garras, negras como la noche más oscura, acarician las paredes con una delicadeza que contradice su apariencia monstruosa, dejando surcos en la piedra milenaria, testigos mudos de su dualidad infernal.
No hay malicia en su avance, solo la desesperación palpable de un corazón que no conoce de límites ni razones, un alma atormentada que busca redención en los ojos de quien ama. Jungkook, sin embargo, es un torbellino de pánico y fascinación, su cojera un cruel recordatorio de su vulnerabilidad humana. Se tambalea, su cuerpo chocando contra el frío mármol, cada golpe un latigazo que alimenta su miedo y su determinación por escapar, sin saber que en la persecución de Taehyung yace la promesa de un abrazo que busca ser refugio, no prisión.
Al fin, en el corazón de la biblioteca, un santuario de sabiduría bañado por la luz argentada de la luna, el destino teje su hilo final. Taehyung, con la gracia de un ser de otro mundo, alcanza a Jungkook. Sus alas, vastas como la noche misma, se despliegan con una elegancia que desafía su naturaleza feroz, envolviendo al joven en un abrazo que es escudo y refugio, un oasis de ternura en medio del caos.
Taehyung, con su corazón ardiendo como un fuego eterno, acarició la mejilla de Jungkook con sus garras afiladas pero sin causar daño. Jungkook, presa de un escalofrío que recorrió su columna vertebral, retrocedió instintivamente. Taehyung, con ojos que parecían pozos de deseo y añoranza, atrapó el rostro de Jungkook entre sus manos, como si sostuviera un tesoro frágil. En ese instante, el tiempo se desvaneció, y el mundo se redujo a la piel cálida bajo sus dedos. Sin poder resistirse, Taehyung inclinó su cabeza y depositó un beso en la mejilla de Jungkook, tan suave y delicado como el susurro de un viento nocturno.
El beso fue breve, pero en ese instante, el tiempo se detuvo. Fue un roce de ternura y deseo, como si el mundo entero se redujera a la suavidad de sus labios. Jungkook, con su rostro iluminado por una luz celestial y confundida, parecía un ángel caído. Taehyung no pudo evitar sonreír, embriagado por la emoción y la ternura que emanaba de Jungkook. Sus brazos rodearon al humano con fuerza, como si temiera que el viento pudiera arrebatárselo. Meció a Jungkook, sintiendo el latido de dos corazones entrelazados, mientras sus ojos ardían con un amor que trascendía la eternidadTaehyung, mientras sostenía a Jungkook en sus brazos y lo mecía como si el mundo entero dependiera de ese abrazo, inclinó su cabeza hacia el oído del humano. Su voz, apenas un susurro, se deslizó como una caricia por la piel de Jungkook:
—Jungkook...— Jungkook, con los ojos abiertos como portales al miedo y la sorpresa de saber su nombre, permaneció inmóvil. El corazón de Taehyung latía con una urgencia que desafiaba la eternidad, y en ese instante, el tiempo se detuvo.
Jungkook, con cautela, intentó liberarse del abrazo de Taehyung, pero este lo atrapó con más fuerza, sus garras aferrándose a la piel de Jungkook sin causar daño. El rostro de Jungkook se convirtió en un lienzo para los besos de del demonio: su frente, sus mejillas, sus párpados. Cada beso era una promesa de cariño puro, una confesión sin palabras. Los ojos de Jungkook se cerraron, entregándose al tacto del demonio. Aunque sabía que el demonio no le haría daño, el miedo y la incomodidad persistía, como una sombra en su corazón. El amor y el temor se entrelazaban, y Jungkook se debatía entre la seguridad de los brazos del demonio y la incertidumbre de su propio corazón. Aunque el miedo lo atenazaba, Jungkook permitió que Taehyung lo tratara con ternura, como si el amor y el peligro fueran dos caras de la misma moneda.
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Entre Sombras Y Almas (𝘝𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘌𝘯𝘵𝘳𝘦𝘭𝘢𝘻𝘢𝘥𝘢𝘴)
Romance¿Dos almas viejas y antiguas aún podrán estár juntos con un nuevo comienzo?