CAPÍTULO IV

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Mientras el rey Arash y la princesa Dariah permanecían en el Reino de Serpendia, preparándose para la inminente boda, un oscuro acontecimiento se desataba en Rostam. El príncipe Kallias, encargado de los asuntos del reino, fue asesinado en las penumbras de la noche, tres días antes de la celebración. Un misterioso asesino logró infiltrarse en el palacio y le quitó la vida, dejando un vacío que resonaría en todo el reino.

La noticia se propagó como un fuego voraz, alcanzando rápidamente al rey Arash y a su hija. Ambos quedaron devastados por la tragedia, lo que llevó a suspender temporalmente los preparativos matrimoniales. En su regreso a Rostam, la princesa Dariah fue acompañada por su prometido, el príncipe Hakeem, y su hermana menor, Elara, quien insistió en no separarse de ellos en ese momento tan doloroso.

Al llegar al castillo, el luto era palpable. Mensajeros de otros reinos se presentaron para expresar sus condolencias, y nobles de diversas cortes se reunieron para rendir homenaje al príncipe caído. En medio de esta atmósfera sombría, el rey Arash tomó una decisión firme. Con voz grave y decidida, ordenó una investigación exhaustiva sobre el asesinato de su hijo, prometiendo que el culpable no quedaría impune.

Durante los días siguientes, la tristeza envolvió a la princesa Dariah, quien se sumió en una profunda depresión. Sin embargo, su determinación por encontrar al asesino creció con cada día que pasaba. El príncipe Hakeem, consciente del sufrimiento del rey Arash, se ofreció a ayudar en la búsqueda del culpable y a lidiar con las crecientes tensiones en la corte. La muerte del príncipe heredero había dejado una sombra de incertidumbre sobre el futuro del reino.

Sin previo aviso, el rey Arash tomó una decisión audaz. En un acto inesperado, presentó a su hija ante la corte y la nombró oficialmente como princesa heredera y futura reina. Al quitarle la máscara que había ocultado sus ojos violetas durante tanto tiempo, todos los presentes quedaron en silencio, asombrados por la belleza y la fuerza que emanaban de ella. Luego, reverencias y buenos deseos inundaron el salón, celebrando a la nueva líder del reino.

La princesa Dariah, todavía aturdida por la revelación, se encontró con el príncipe Hakeem, que la observaba con una mezcla de admiración y sorpresa.

—Dariah —comenzó Hakeem, su mirada fija en los ojos violetas de la princesa—, nunca había visto ojos tan fascinantes como los tuyos. Son… hipnotizantes.

La princesa sonrió tímidamente, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.

—Gracias, Hakeem. No sabía que mis ojos pudieran causar tal impresión —respondió ella, intrigada por su sinceridad.

—Es que son únicos —dijo él, dando un paso más cerca—. Pero debo confesarte algo aún más intrigante. Te he conocido antes, en un baile celebrado en Rostam.

Dariah lo miró con sorpresa, sus ojos ampliándose ante la revelación.

—¿De verdad? —exclamó—. No puedo creerlo.

—Quizás porque no te vi solo como una princesa en ese momento. —dijo Hakeem, sonriendo con complicidad—. Pero cuéntame, ¿recuerdas al caballero con el que bailaste? Tenía ojos azules, ¿verdad?

La princesa frunció el ceño, tratando de recordar aquel instante especial.

—Sí… era un caballero encantador. Pero tú… —dijo mientras observaba los ojos grises de Hakeem—. Tienes los ojos grises. ¿Eras tú?

Hakeem soltó una risa suave, disfrutando de la confusión de Dariah.

—Mis ojos a veces cambian de color según el tiempo y mi estado de ánimo. Es un rasgo peculiar de mi familia. Pero te prometo que cuando mis ojos se tornen azules, te lo enseñaré y podrás ver si son los mismos que recuerdas.

Dariah sintió que su corazón latía más rápido al escuchar sus palabras. Un rubor se apoderó de su rostro mientras una pequeña sonrisa se asomaba a sus labios.

—Eso suena… intrigante —respondió ella, asintiendo lentamente—. Me encantaría verlo.

Hakeem sonrió con calidez.

—Entonces será un motivo más para que nos conozcamos mejor —dijo, acercándose un poco más—. Estoy ansioso por descubrir todos los secretos que guardas tras esos ojos tan cautivadores.

Ambos compartieron una risa suave, mientras el murmullo del salón se convertía en un eco distante.

Después el rey Arash tuvo a una conversación privada con Hakeem. Con un tono serio, le explicó:

—Hakeem, he ocultado los ojos de Dariah por su propia protección. Pero ahora surge un nuevo dilema: tú eres el príncipe heredero de Serpendia. Aunque tu padre aún es joven y fuerte, algún día tendrás que gobernar. No puedes quedarte permanentemente en Rostam.

El príncipe Hakeem asintió solemnemente.

—Entiendo, mi rey. Pero mi deber es hacia Dariah y su reino. ¿Qué debo hacer?

El rey Arash suspiró y continuó:

—Tu padre, el rey Sorber, vendrá pronto. Te aconsejará sobre lo que debes hacer. Pero recuerda: Dariah necesita estabilidad y un futuro. La unión entre sus reinos es vital.

Cuando el rey Sorber llegó a Rostam, se dirigió a su hijo con urgencia:

—Hakeem, eres mi heredero, pero aún me quedan años por gobernar. Debes casarte con la princesa Dariah lo antes posible y asegurar herederos. Imagina lo poderosos que podrían ser esos niños.

—Entendido, padre —respondió Hakeem—. Hablaré con el rey Arash sobre el matrimonio.

Sorber sonrió y dijo:

—No te preocupes por eso; yo me encargaré de las negociaciones.

Así fue como se establecieron los planes para la boda. Pasaron dos semanas y llegó el día tan esperado. La ceremonia se llevó a cabo en un espléndido salón adornado con flores exóticas y velas brillantes que iluminaban el ambiente con un resplandor dorado.

La princesa Dariah apareció vestida con un hermoso vestido blanco, que caía en suaves pliegues hasta el suelo. Su largo velo estaba adornado con delicadas incrustaciones de diamantes y joyas de oro que brillaban con cada movimiento. Su belleza era deslumbrante y todos los presentes no pudieron evitar contener la respiración al verla avanzar.

La gran cantidad de invitados incluía a reyes y reinas de otras naciones, quienes habían viajado largas distancias para ser testigos de esta unión. La música llenaba el aire mientras los murmullos de admiración resonaban entre los asistentes.

El rey Arash observó con orgullo mientras su hija se unía a Hakeem. En ese momento, las sombras del pasado parecían desvanecerse, dando paso a una nueva esperanza para ambos reinos.

La ceremonia culminó con un juramento solemne entre Dariah y Hakeem. A medida que los aplausos estallaron en la sala, el futuro brillaba ante ellos como un nuevo amanecer, aunque las sombras del asesinato aún acechaban en el horizonte, recordándoles que la paz siempre tiene un precio.

El legado de RostamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora