Querido Amor VII

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Nuevamente aquí estamos.

Si la chica gótica nos persiguió, pero cuando estuvo apunto de encontrarnos, recordamos que estábamos muertos, entonces como si nada la esperamos y resulta que no es una chica tan escalofriante como pensábamos, es una chica realmente agradable a decir verdad, y después de unas cuantas visitas, la presentamos con las demás, a la pequeña Sam le callo super bien, y así fue, entonces tuvimos una nueva amiga.

Las clases de Alberto dieron muy buenos frutos, y mas hoy, hoy el día en el que me estoy despidiendo de todo, no se si regresare o no, pero prefiero despedirme y después regresar, que tener el arrepentimiento de irme y no regresar nunca.

Miro por ultima vez, aquellas puertas de metal y emprendo camino a la ciudad, veo todo a mi alrededor, admirando cada mínimo detalle, las calles están bastante tranquilas.

Miro la puerta de madera frente a mi y tomando valor traspaso la puerta entrando a aquel desordenado departamento, recorro todo en busca de aquel amor que aun era la dueña de mi corazón, la encuentro en la cama tirada, y la melancolía vuelve a mi, cuando veo a su lado el mismo papel amarillo, una carta que aun no esta terminada, pero lo poco que leo hace que mi corazón se estruja, me siento junto a ella en la cama, y paso mi mano por su mejilla, al hacer esto veo como se estremece, y una sonrisa se dibuja en mi rostro 

-Quisiera que todo hubiera sido diferente, pero el destino le tuvo envidia a algo tan hermoso que decidido separarlo.... pero mi corazón siempre regresa a ti- tomo su mano -yo siempre regreso a ti- beso su mejilla y veo a mi alrededor con melancolía, decido ayudarla y empiezo a recoger todo, intentando hacer el mínimo ruido posible.

Narra 

Despierto y veo todo totalmente ordenado, me tallo los ojos pensando que sigo aun somnolienta, camino por todo mi departamento y no veo nada fuera de su lugar todo esta totalmente reluciente.

Me detengo en seco al ver la taza flotando sobre el fregadero. Miss ojos se abrieron de par en par, y un escalofrío recorrió mi espalda. A pesar del miedo inicial, una parte de mi se siente extrañamente tranquila, como si algo en esto me generara paz.

—¿Qué...? —empezó a decir, apenas un susurro. La taza terminó de lavarse y se colocó suavemente en el escurridor, como si un par de manos invisibles la estuvieran guiando.

Ro, después de dejar la taza, voltea suavemente y la ve, ahí parada, mirando como en su rostro cambiaba drásticamente de miedo a confusión y a tranquilidad, se dio cuenta de que su intento de ayudar había resultado en algo más sorprendente de lo que había anticipado. Se sentía culpable por haberla asustado, pero al mismo tiempo, estaba feliz de verla, involuntariamente camino hasta estar a escasos centímetros de ella.

Ella sintió una presencia cálida a su lado y, sin saber por qué, sonrió débilmente. Era como pudiera percibir un aroma familiar de alguien querido la envolviera, dándole una extraña sensación de paz. Su mente rápidamente la guía un recuerdo mental con Ro.

—¿Eres tú? —preguntó al aire, su voz ahora más firme.

En respuesta, una de las cartas que Ro había acomodado flotó lentamente hacia ella desde el estante. Ella observó asombrada cómo el papel amarillento se posaba suavemente en su mano abierta. Sus dedos temblaron al tocar la carta, y supo sin ninguna duda que era una de las que había escrito para él.

Ro no sabia que decir, o que hacer a continuación las palabras no eran suficientes. Con todo lo que Alberto le enseño decidió manifestar un simple gesto, un toque suave, una caricia en su mejilla, algo que pudiera transmitirle que estaba allí, algo que no fuera tan impactante.

Ella sintió una ligera presión en su mejilla, y su corazón se aceleró. Lágrimas llenaron sus ojos, pero esta vez no eran de tristeza. Había algo reconfortante en esa sensación, como si Ro estuviera intentando decirle que todo estaría bien.

La Araña AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora