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Jenna Ribera

Cuando los chicos entraron a la casa, fue el inicio de muchas malas noticias para nuestra familia. Me levanté del sillón donde estaba sentada esperándolos a que llegaran. Cuando vi a los chicos entrando, mi sonrisa desapareció. Jonah estaba cojeando de la pierna derecha la cual estaba sangrando y tenía su brazo alrededor de los hombros de Andrés. Él tenía un ojo morado por su parte y su camisa estaba llena de manchas que me hicieron tener náuseas.

—¿¡Qué pasó!? —Me acerqué a Jonah para ver que su cara también tenia golpes. Puse mi mano en su mejilla tratando de hacer que me vea, pero él movió su cabeza evitando mi mirada. —¿Por qué están sangrando? ¿¡Por qué su pierna está nadando en sangre!? ¿Dondé esta su hermana?

Ellos se miraron e hicieron que mi corazón empezara a latir más rápido de lo que debería. Mi pánico ahogaba cualquier pregunta.

—Mamá... Por favor respira. —El tono en la voz de Andrés me preocupo aún más. —¿Dondé está papá?

—Él... él ya se durmió. Chicos, ¿qué está pasando?

—Necesitamos despertarlo.

—No. No antes de que me expliquen quá pasó y por qué Noa no está aquí.

—Te explicaremos con papá. Por favor, mamá, respira y vamos a despertarlo.

—¿¡Cómo se supone que respire si mis dos hijos están llenos de sangre y falta su hermana!? 

—¡Está bien! ¡De acuerdo! Vas a necesitar sentarte para esto. —Andrés llevó a Jonah al sillón. Él mantuvo su mirada fija en el piso y no habló.— Mamá, le dispararon en la pierna y...

—¿¡QUÉ!? ¿¡QUIÉN!?

—Mamá, vas a despertar a los niños, deja que acabe de explicarte. —Me tuve que relajar, porque lo último que necesitábamos, era que los niños vean esta escena. —Ya le sacaron la bala y lo trataron de vendar, pero sigue sangrando mucho, está fuera de peligro, pero tenemos que seguir checando que no se desangre.

—¿Qué hay de ti? ¿Dónde está Noa? —Empecé a perder la paciencia y me estaba costando mucho mantener mi tono de voz bajo control.

—Yo estoy bien, unos cuantos golpes, pero nada grave. En cuanto a Noa... necesitamos discutirlo con papá aquí. —Cuando Andrés vio que estaba a una de quebrarme y tener un colapso mental, se acercó y puso una mano en mi brazo, tratando de consolarme. —Mamá, todo va a salir bien, te lo prometo. Voy a despertar a papá.

Mientras él subiá a mi cuarto a despertar a Elias, yo volteé a ver a Jonah. Mi preocupación aumentó al máximo. Estaba sentado viendo hacia el suelo, desconectado de todo lo que estaba pasando a su alrededor, con una expresión que hizo que se destruyera mi corazón.

—¿Jonah? —Me senté a su lado poniendo una mano en su espalda tratando de animarlo.

—Mamá, —su tono era duro, triste y enojado. Toda su energía y alegría que siempre tenía habían desaparecido. —No tengo respuestas, ¿de acuerdo? No quiero hablar de lo que pasó.

Abrí mi boca para tratar de ayudarlo, pero solo lo iba a empeorar. Lo envolví en mis brazos como cuando lo hacía de niño. Se tensó un segundo, pero luego se relajó y se volteó hacía mí para abrazarme también. Pude escuchar como sollozaba un poco, pero no lo presioné a hablar.

Juzgados por nuestro origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora