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Todos la pasaron bien celebrando como una familia normal, era difícil tener tiempos así, por eso, cuando podían tener un momento juntos sin problemas lo aprovechaban al máximo.

Noa llegó a su casa directo a maquillarse y vestirse. Subió a su cuarto y dejó la bolsa sobre su cama con sus compras en H&M. Entró a su baño y empezó a maquillarse para su fiesta de su cumpleaños, que empezaba una hora y media después. El vestido que compró para su fiesta le marcaba delicadamente su figura, pero al mismo tiempo era modesto, de color negro brillante, con mangas largas un poco transparentes y una pequeña abertura en la espalda con decoración de cadena con imitación de diamantes.

Echó un vistazo al espejo y se dio cuenta de que había adelgazado un poco. Probablemente fue después de que le dieron la noticia de su mamá, pero logró mantenerse en forma y verse saludable. Su complexión era normal, medía 1.61 mts. y eso la hacía verse bien. Después de unos segundos de mirarse, se sacó de sus pensamientos, se volvió a acomodar su cabello en una cola alta y fue a sacar un collar y una pulsera de su alhajero. Ese conjunto de joyería se lo habían dado los gemelos. Era muy lindo, un diamante brillante en forma de corazón.

Tomó sus tacones y bajó al comedor, donde se encontró a su mamá viendo su celular relajándose en el sillón. 

—Ma, ¿cómo se me ve?

Su mamá alzó la mirada y sonrió automáticamente.

—Me encanta. ¿Hace cuánto tiempo que lo compramos?

—Mmm... ¿Tal vez hace tres semanas?

—Es cierto —rió su mamá— Me encanta que preparas las cosas un mes antes de que lo necesites.

—Bueno, no puedo controlar todo el futuro, pero lo que sí puedo, lo voy a controlar ¿No?

Su mamá trató de reír, pero su risa se volvió en una fuerte tos.

—¿Ma? ¿Estás bien? —Noa se acercó con la preocupación pintada en su cara.

—Sí, no te preocupes por mí. Ya deberían de irse, son las 8:45 p.m.

—Bueno. —Ella no estaba tan convencida, pero lo dejó ir por el bien de su mamá. Su corazón le gritaba que se quedara, pero su cabeza sabía que tenía que irse para hacerla feliz.

Noa se subió al coche con sus hermanos. Iba sentada en el asiento del copiloto mientras que Jonah iba atrás y Andrés manejaba. En lo que llegaban, Jonah puso su música a todo volumen como siempre.

Después de tres canciones, Noa se estresó y bajo el volumen, rompiendo el silencio entre ellos.

—Ya no puedo más con esto. —En su voz sonaba su estrés y desesperación. —Yo sé que prometimos no preocuparnos hoy y no sé qué diablos, pero ya.

—¿De qué hablas? —preguntó Andrés, mirándola de vez en cuando.

—¡De Mamá! No está mejorando y sé que no soy la única que se dio cuenta. Dejemos de fingir por un momento como si todo estuviera bien mientras llegamos, no está bien ignorar nuestra situación. 

Jonah apagó la música y suspiró. Andrés no quería hablar del tema, pero sabía que Noa tenía razón, habían estado ignorando el tema desde que se enteraron y todos sentían la tensión en la casa, pero eso no hacía el tema más fácil.

—Bien —contestó aunque se le tensaba la mandíbula nada más pensar en hablar sobre el tema.— ¿Quieres hablar del tema, Noa? ¿Eso es lo que le quieres hacer a mamá? Perfecto hablemos, rompamos nuestra promesa.

—Andrés —le advirtió Jonah— es verdad que es lo mejor para todos, solo hablemos y olvidemos todo en el coche, igual faltan otros 10 minutos para llegar.

Juzgados por nuestro origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora