La sangre los unía, pero un odio los separaba. Sin embargo, una noche los unió hasta la muerte.
-Estoy dispuesto a arder en mil infiernos por un solo beso tuyo, Mio Ángelo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
(***)
—Daena, siéntate —habló Lucas por décima vez, con un tono paciente.
Perdí la noción del tiempo mientras permanecía inmóvil, mis ojos fijos en la figura de Matheo, estudiando cada detalle de su rostro y su postura. Estaba apoyado en la pared, con un hombro ligeramente inclinado hacia atrás y su peso distribuido en una pierna, mientras la otra se apoyaba suavemente en el suelo. Su cabeza estaba ligeramente inclinada hacia abajo, con los ojos fijos en la pantalla de su teléfono y los dedos tecleando sin parar.
Parecía que Matheo podía sentir mi mirada sobre él, porque su cuerpo se tensó ligeramente desde que mis ojos se posaron en él. Era como si estuviera consciente de que lo estaba observando. Su cuerpo reacciona ante mi mirada sin necesidad de levantar la vista.
Y eso me produjo una sensación de satisfacción que hizo desaparecer todo mi enojo.
—Estoy bien aquí —respondí, mordiéndome el labio inferior—. Demasiado bien, a decir verdad.
Al oír mis palabras, Matheo detuvo su tecleo y levantó la cabeza. Nuestros ojos se encontraron por primera vez desde mi llegada; su mirada era oscura, intensa, y no podía leerla como antes.
Pero sé que es odio hacia mi persona, un odio que parecía arder en sus ojos como una llama fría. Su mirada se desvió hacia mis labios, que aún estaba mordiendo.
Una sonrisa lenta y deliberada se dibujó en mis labios, y al instante él apartó la mirada, y volvió a su teléfono.
—Ya no vas a crecer más, mejor siéntate, princesa —habló Dereck.
¿Qué pasará si él se entera de que tuve algo con... Matheo?
—A diferencia de ti, anciano, yo sí voy a crecer, porque todavía tengo 14 años —le respondí con una sonrisa desafiante, girando para enfrentarlo.
La habitación estalló en risas de Alan, Lucas y Luka, que no podían contener su diversión. Mientras tanto, Dereck sonrió ligeramente de lado, mostrando una pizca de ironía. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia mí con una mirada divertida, deteniéndose tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en mi piel.
—Si supieras lo que este anciano puede hacerte… —susurró, su voz ronca y grave, una vibración que me recorrió la espina dorsal.
El aliento cálido en mi oído provocó un estremecimiento, una descarga eléctrica que me recorrió la piel hasta los dedos de los pies. Sentí un calor húmedo entre mis piernas, una respuesta involuntaria a su proximidad.