4. Lo quiero todo de ti

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Sydney se inclinó hacia adelante, besando suavemente el glande de mi miembro antes de succionarlo una última vez. La sensación de sus labios y lengua fue un placer exquisito, haciéndome estremecer. Se levantó con una sonrisa satisfecha, sus pechos todavía temblando con cada movimiento. Mientras se vestía, escogió un vestido que acentuaba su escote y dejaba claro que no llevaba nada debajo. La tela se ceñía a sus curvas de una manera que dejaba poco a la imaginación.

Me quedé observándola, aún recuperándome de la intensidad de lo que acabábamos de hacer. Sydney me miró con una chispa de picardía en los ojos. 

—¿Qué te parece si me acompañas fuera del set?— sugirió, su tono casual pero lleno de intención. —Podrías ser mi asistente personal en todo—.

No estaba seguro de cómo responder. 

—¿Fuera del set?— repetí, intentando procesar la idea. La simple noción de estar a su lado más allá de este encuentro era desconcertante y excitante a partes iguales.

Sydney se rió suavemente, acercándose para ajustar mi ropa, especialmente la camisa, donde sus manos rozaron mi pecho. 

—Relájate— murmuró, sus labios apenas separados en una sonrisa seductora. —El placer está más que asegurado contigo cerca—. 

Sus palabras, junto con el ligero roce de su mano sobre mi torso, fueron suficientes para hacer que mi corazón se acelerara de nuevo.

Intenté arreglarme la ropa, pero no pude evitar que mi cuerpo respondiera a su cercanía. Sydney notó la nueva erección, su sonrisa se ensanchó y soltó una risa suave. 

—Vaya, parece que alguien no puede controlar sus impulsos— bromeó, sus ojos brillando con diversión.

Finalmente, ambos salimos del camerino. Sydney tomó mi mano, sus dedos entrelazándose con los míos. Caminamos por el set, donde las miradas curiosas y murmuraciones no se hicieron esperar. Sentí una mezcla de incomodidad y orgullo al tener a alguien como Sydney a mi lado, sabiendo lo que acabábamos de compartir. Las miradas de envidia y admiración me rodeaban, y era imposible no notar los cuchicheos a nuestro paso.

Sydney se detuvo un momento, mirando a su alrededor con una sonrisa satisfecha. 

—Parece que todos están un poco celosos— dijo en voz alta, asegurándose de que los más cercanos pudieran oír. Luego se inclinó hacia mí, sus labios casi tocando mi oído. —Si supieran lo bien que me has hecho sentir...— susurró, su aliento cálido enviando un escalofrío por mi columna.

Mi cara se sonrojó, y Sydney se rió, disfrutando claramente de la situación. 

—Me encantaría ver sus caras si supieran cuánto placer me has dado— continuó, su voz lo suficientemente alta como para que varios alrededor escucharan. —Nunca había estado tan satisfecha—.

Las palabras de Sydney, cargadas de insinuaciones, provocaron más murmullos y miradas de asombro. Ella parecía disfrutar del pequeño espectáculo que estábamos creando, y su mano apretó la mía con más fuerza. 

—Vamos, aún hay más por hacer hoy— dijo con una sonrisa traviesa. —Y quién sabe, tal vez haya más sorpresas—.

Mientras caminábamos por el set, su mano se deslizó casualmente por mi espalda, rozando mi piel a través de la tela. Cada pequeño gesto y palabra de Sydney era una mezcla de diversión y provocación, manteniendo la atmósfera cargada de tensión erótica. La sensación de su cuerpo cerca del mío, su perfume, y su actitud despreocupada pero segura me mantenían en un constante estado de excitación.

Sydney se detuvo de repente y se giró hacia mí, su expresión cambiando a una de sincera curiosidad. 

—Dime, ¿qué fue lo que más te gustó de "Euphoria"?— preguntó, sus ojos brillando con interés. —¿Era mi personaje? ¿O quizás las escenas más intensas?—.

Mis noches con SydneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora