7. Quiero que me cojas ahora

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Sydney tomó su martini y se lo bebió de un solo trago, dejando que la bebida quemara su garganta mientras sus ojos se fijaban en los míos, llenos de un deseo feroz. Con una sonrisa que irradiaba lujuria, se inclinó hacia mí, susurrando con un tono que hacía que mi piel se erizara.

—Quiero que me cojas en el baño. Ahora mismo. Tómame mientras estos idiotas sueñan con tenerme, mientras se masturban como único consuelo—.

Los murmullos de los hombres a nuestro alrededor aumentaron, y podía sentir la envidia y el enojo en sus ojos, quemando sus miradas en nosotros. Sydney se giró y les lanzó una mirada desafiante, sus palabras cargadas de desprecio.

—No me importa lo que digan— dijo en voz alta, asegurándose de que todos la escucharan—. No me importan sus insultos o comentarios. Yo decido con quién estar y dónde estar. Y ahora mismo, quiero a Bruno—.

Me giré hacia ella, el deseo ardiendo en mí, y la besé con fuerza, mis labios capturando los suyos en un beso hambriento. Sentí cómo respondía con igual fervor, y cuando nos separamos, Sydney me miró con esos ojos llenos de promesas prohibidas.

—Quiero todo de ti— susurró, su voz era un veneno dulce que se deslizaba por mis venas—. Quiero sentir cómo me partes al medio, cómo te vienes dentro de mí, llenándome completamente—.

Los murmullos de los hombres se convirtieron en un murmullo constante de envidia, pero no importaba. Todo lo que existía en ese momento era Sydney, y su deseo abrasador.

Sydney tomó mi mano y, sin perder tiempo, me llevó al baño del bar. Una vez dentro, cerró la puerta con un empujón decidido y se giró hacia mí, sus manos ya deslizándose por mi ropa, arrancándola con una desesperación que reflejaba la mía.

Cuando finalmente logró desnudarme, sus ojos se posaron en mi erección, y su respiración se aceleró. Se mordió los labios, admirando la vista por un segundo antes de volverse de cara a la pared, arqueando su espalda de manera provocativa.

—No tenemos mucho tiempo— gimió, moviendo su trasero hacia mí—. Aprovecha todo lo que quieras—.

La nalgueé con fuerza, disfrutando del sonido de su piel contra la mía, y rasgué su vestido, exponiendo su cuerpo para mí. Sydney dejó escapar un grito de placer mezclado con dolor, sus palabras llenas de lujuria.

—¡Más fuerte, Bruno! ¡Hazme tuya, ahora!—

La posición era perfecta, sus caderas empujadas hacia atrás, listas para mí. Me posicioné detrás de ella, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. Con un movimiento decidido, la penetré, sintiendo cómo se tensaba y se relajaba al mismo tiempo, su cuerpo aceptando todo de mí.

—¡Sí, así!— gritó, su voz llena de desesperación y placer—. ¡Rómpeme, Bruno! ¡Hazme gritar!—

Mis embestidas eran rápidas y fuertes, y podía sentir cómo Sydney se estremecía con cada movimiento. Sus gemidos eran incontrolables, llenando el pequeño espacio del baño con una sinfonía de deseo.

—No pares, Bruno— jadeó, su voz apenas un susurro—. Quiero sentirte más profundo, más fuerte. ¡Quiero que me hagas gritar tu nombre!—

Mis manos se aferraron a sus caderas, y la empujé contra la pared con más fuerza, mis movimientos se volvieron más desesperados. Sydney gimió en respuesta, su cuerpo temblando bajo mis manos.

—¡Me corro, Bruno!— gritó de repente, su voz llena de urgencia—. ¡Me estoy corriendo! ¡Llena mi culo, dame todo lo que tienes!—

La intensidad del momento me llevó al borde, y no pude aguantar más. Con un gemido gutural, me corrí dentro de ella, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía con el placer compartido. Sydney gritó, un sonido agudo que resonó en mis oídos, mientras ambos nos desmoronábamos, nuestros cuerpos temblando por el esfuerzo.

Mientras la sujetaba, nuestras respiraciones entrelazadas, Sydney dejó escapar una risa suave, satisfecha.

—Eso fue... increíble— murmuró, girándose para mirarme, sus ojos aún brillando con deseo. —Pero no hemos terminado, Bruno. Todavía quiero más de ti... mucho más—.

Mis noches con SydneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora