2 ⋆ la bienvenida

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Summary:

La vuelta a clases es igual de caótica que la noche de ayer. Enzo no para de pensar.

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Después del incidente de la virgencita, la mamá de Sofía echó a todos los pibes a la calle. Los únicos en quedarse fueron Leo, Lautaro y Alexis que pasaron desapercibidos de casualidad. Ah, y obviamente el pan de Dios de Tagliafico.

Siendo recién las 5 de la mañana todavía faltaban un poco más de dos horas para entrar al colegio, que los hacía ir un rato antes para compartir un desayuno de bienvenida. De hincha pelotas, digamos. Así que decidieron que lo mejor sería pasar por el McDonald's 24 horas que estaba a unas cómodas veinte cuadras de distancia.

Emprendieron su aventura por las calles de zona sur, uno más en pedo que el otro, y con Emiliano desmayado que se lo van pasando de hombro a hombro en turnos de una cuadra cada uno. Ahora le tocaba a Enzo. Cómo pesa el hijo de puta. Sumado a que mide como 2 metros y, para colmo, no cierra el orto.

—Muchachos.

—¿Qué querés? —pregunta Enzo un poco fastidiado ya.

—Los amo. En serio.

—A tu mamá se lo dijiste menos veces seguro. —acota Leandro.

—Chicos, no aguanto más. —avisa Enzo que arrastra al Dibu por el empedrado. Un poco más y empieza a gatear. Por suerte mamá Rodrigo se hace cargo del bebote y se lo tira directo a sus brazos.

Si bien recién empezaba el mes de marzo, la brisa fresca de la noche anunciaba la cercana llegada del otoño. El pedo le estaba bajando un poco, y eso hace que se le erice la piel del frío. Se frota los brazos dándose calor, y luego lleva las manos a su cuello descubierto. Se acuerda del no tan pequeño adorno que le quedó allí y mira en dirección al causante, que camina más adelante con el Cuti.

Desde el incidente no volvieron a dirigirse la palabra. Apenas cruzaron miradas por la vergüenza que les genera recordar el sentimiento de sus lenguas una encima de la otra. Se pregunta por qué o, en todo caso, cómo es que Licha y Cristian siguen como si nada después de los diversos picos que se fueron dando de juego a juego. ¿Será que él es muy frágil? O quizás lo está sobrepensando y no es para tanto. Pero, entonces, ¿por qué Julián lo ignora también?

Una excusa que encuentra es que Licha y Cuti son mejores amigos desde los tres años, y ya de tantos años de amistad deben tener un afecto incondicional donde no importa qué hagan nada los afecta. Incluso se lo deben tomar como un pacto para sellar su amistad. En cambio, él y Julián se conocen hace relativamente poco. Y tampoco es que sean amigos fatales. Se llevan bien y todo pero solo interactúan cuando están en grupo con los chicos.

—Muchachos. —Emiliano interrumpe sus pensamientos. Otra vez.

—Por dios, que alguien le haga cerrar el orto. —dice harto hasta las bolas Otamendi.

—Cerralo vos que por tu culpa nos sacaron a patadas. —lo calla Lisandro. —¿Qué te pasa, Emi?

—¿Ustedes creen que me va a caer alguna maldición o algo así por lo de la virgen? Osea, con esas cosas no se jode viste. Me está empezando a dar cuiqui.

—De hecho deberías tenerlo. Una vez, un primo mio del campo meó sin querer en un santuario y— frenaron todos en seco y giraron sus cabezas para encontrarse con el Papu.

—¿Y vos qué mierda hacés acá, flaco? —salta al toque Nicolás.

—No. Pará. Tenémelo. —Rodrigo le revolea el cuerpo del Dibu a Julián que lo ataja de casualidad. —Ota, basta.

ya fue, es sexto | julienzo auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora