Introducción

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El viento frío del Mar Angosto soplaba a través de las almenas de la Torre Roja, susurros ancestrales que hablaban de sangre y fuego

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El viento frío del Mar Angosto soplaba a través de las almenas de la Torre Roja, susurros ancestrales que hablaban de sangre y fuego. Visenya Targaryen, cuatago vástago del Rey Viserys I y Alicent, contemplaba el horizonte desde su ventana. A sus diecisiete años, aún era una joven inexperta en los juegos de poder que se tejían en la corte. Pero su sangre era la de los dragones, y eso la convertía en una pieza clave en el tablero de ajedrez que era Poniente.

El rey Viserys le tenía un aprecio único, la trataba como su hija favorita, a pesar de las tensiones que dividían a la Casa Targaryen. Los ojos violetas, el cabello plateado y la gracia natural la convertían en una figura enigmática y hermosa. El rey la miraba con cariño, como si viera en ella un reflejo de su amada Aemma.

Pero Visenya compartía algo  con su media hermana, Rhaenyra: el amor prohibido. Daemon Targaryen, hermano del rey Viserys, había cautivado su corazón desde que era una niña. Los encuentros furtivos en los jardines, las miradas cargadas de deseo, eran secretos que compartían bajo la sombra de los dragones esculpidos en la piedra de la Torre Roja.

La muerte de su padre, Viserys, había cambiado el rumbo de su vida. Alicent, reina viuda, declaró a su hermano Aegon II, legítimo heredero al trono. Pero la joven Targaryen sabía que su destino estaba entrelazado con el de Daemon. Cuando la guerra estalló en la Casa del Dragón, todos debieron tomar bandos. Visenya eligió a su hermano y esposo, enfrentándose al amor de su vida. Las llamas de los dragones se alzaron en el cielo, y el futuro de Poniente pendía de un hilo.

Así comenzó la danza de los dragones, una lucha épica por el poder y la supervivencia. Visenya Targaryen, atrapada entre el deber y el amor, se convertiría en una figura legendaria en la historia de los Siete Reinos. Su lealtad sería puesta a prueba, y su corazón, destrozado por las decisiones que debía tomar.

El destino de los dragones estaba escrito en las estrellas, y Visenya estaba dispuesta a enfrentarlo, aunque eso significara sacrificar su propio amor.

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