Capítulo 03

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꧁Capítulo III: Sombras en el Jardín꧂

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Capítulo III: Sombras en el Jardín


El sol del nuevo día se filtraba suavemente a través de las hojas de los árboles, creando un juego de sombras que danzaban sobre los senderos del jardín de la Fortaleza Roja. Visenya caminaba en silencio, disfrutando del raro momento de paz que los jardines le ofrecían. A su lado, su dama de compañía, Jessany, mantenía un respetuoso silencio, permitiendo que la princesa se sumergiera en sus pensamientos.

El canto de las aves y la suave brisa que acariciaba su cabello plateado le ofrecían un respiro de las tensiones que se acumulaban en la Fortaleza Roja. La muerte de Laenor Velaryon seguía envolviendo a la corte en un luto sombrío, y aunque los días pasaban, el dolor no se disipaba. Pero había algo más que inquietaba a Visenya, algo más cercano y peligroso: Daemon Targaryen.

Daemon no se había rendido. Su determinación de hacerla su esposa era tan fuerte como el fuego de los dragones. Visenya sabía que su tío estaba convencido de que ella le pertenecía, y cada encuentro entre ellos solo avivaba más su deseo. Pero Visenya también sabía que ese deseo podía llevarlos a ambos a la ruina.

Mientras paseaba entre las flores y los setos perfectamente cuidados, Visenya no podía sacudirse la sensación de ser observada. No era la primera vez que sentía la presencia de Daemon antes de verlo. Su conexión con él era intensa, casi instintiva, y cuando finalmente apareció ante ella, no se sorprendió.

Daemon emergió de entre los árboles con la misma presencia imponente y misteriosa que siempre lo acompañaba. Su mirada, intensa y calculada, se posó en Visenya como si fuera el único ser en el mundo. Su cabello plateado caía desordenado sobre sus hombros, y su porte irradiaba autoridad y peligro.

—Jessany,— dijo Daemon, su voz firme pero controlada, —déjanos solos.

Jessany titubeó, su mirada pasando de Daemon a Visenya con evidente preocupación. Sabía bien quién era Daemon Targaryen y qué se decía de él. Pero era la princesa quien tenía la última palabra. Buscando una señal, Jessany miró a Visenya, esperando una indicación de que no debía dejarla sola con aquel hombre.

Visenya mantuvo la calma, su rostro imperturbable. Sabía lo que estaba en juego, pero no podía mostrar duda. Asintió con gracia, sus movimientos elegantes y tranquilos, y Jessany, aunque con cierta reticencia, obedeció. La dama de compañía se retiró lentamente, lanzando una última mirada de advertencia hacia Daemon antes de desaparecer entre los setos.

Con Jessany fuera de la vista, el silencio entre Daemon y Visenya se volvió espeso, casi palpable. La tensión y el deseo que siempre parecían envolverlos se intensificaron, una fuerza invisible pero innegable que los empujaba el uno hacia el otro.

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