Capítulo 01

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Visenya II Targaryen

∙∙·▫▫ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ Capítulo I: Bajo las Sombras de las Alas ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ▫▫·∙∙

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∙∙·▫▫ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ Capítulo I: Bajo las Sombras de las Alas ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ▫ₒₒ▫ᵒᴼᵒ▫▫·∙∙

El aire estaba impregnado de una mezcla de salitre y humo, un aroma tan característico de Pozo Dragón que cualquier visitante del lugar llegaba a reconocerlo. Visenya, la hija menor del rey Viserys I Targaryen y su segunda esposa, Alicent Hightower, se encontraba en la vasta caverna de la fortaleza, donde los dragones descansaban y aguardaban a sus jinetes.

Era temprano en la mañana, y el sol apenas había empezado a asomarse sobre Desembarco del Rey, arrojando sombras alargadas sobre las piedras del Pozo Dragón. El sonido de las escamas al rozar contra el suelo resonaba en las paredes mientras Balerion, el majestuoso dragón negro de Visenya, se movía lentamente, acomodándose en su nido. A pesar de su edad, Balerion era un dragón imponente, con ojos que brillaban como brasas y unas alas que parecían cubrir el mundo entero cuando se desplegaban.

Visenya, de cabello plateado como la luna y ojos violetas que reflejaban las llamas que rodeaban a su dragón, se acercó con un cuidado reverente, como si se dirigiera hacia un dios antiguo. Pues Balerion era el legendario dragón que había forjado el Trono de Hierro, y en él vivía la misma ferocidad y majestuosidad que en sus años de conquista. Sus dedos se deslizaron suavemente por las escamas negras de su bestia, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo. Era un vínculo inquebrantable, uno que sólo los Targaryen podían entender; la unión entre dragón y jinete.

—Balerion,—susurró Visenya mientras acariciaba su hocico, donde las llamas dormían. —Sientes la tormenta que se avecina? ¿Oyes los susurros en el viento?—Su voz era suave, apenas un murmullo que se perdía en la inmensidad del Pozo. Balerion exhaló, y un rastro de humo surgió de sus fosas nasales. Para Visenya, esto era más que un simple respiro; era una respuesta, una afirmación de que su dragón estaba tan inquieto como ella.

Desde pequeña, Visenya había sentido un vínculo especial con los dragones, más profundo que el de muchos otros Targaryen. Había pasado incontables horas en Pozo Dragón, observando, aprendiendo, y finalmente, reclamando a Balerion como suyo. Era su refugio, su fortaleza personal, donde podía escapar de los problemas y las intrigas que asolaban la corte de Desembarco del Rey. Pero hoy, esa calma se sentía amenazada por algo indefinido, una sombra que se cernía sobre su familia.

Mientras acariciaba las escamas de Balerion, perdió la noción del tiempo, sumida en sus pensamientos. Fue entonces cuando escuchó pasos que resonaban sobre las piedras del Pozo. Levantó la vista para ver a su hermano Aegon, con su característico andar seguro y expresión grave. Sus cabellos plateados brillaban bajo la luz tenue, y sus ojos reflejaban una preocupación inusual, como si llevara consigo un peso invisible.

—Visenya,—la voz de Aegon resonó en el amplio espacio, cortando el aire como una hoja afilada. Había algo en su tono que hizo que Visenya sintiera una punzada en el corazón. Era raro ver a Aegon, su hermano mayor, tan perturbado. Se adelantó hacia ella, el rostro severo, aunque sus ojos mostraban un rastro de compasión que raramente permitía ver.

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