Cuando la acompaño a coger el tren y se marcha, siempre me suelo quedar en la estación un rato. Solo. Y digo solo porque el andén se queda vacío. En cuestión de minutos solo quedamos yo y mis pensamientos.
Mientras veo cómo se aleja el tren siempre pienso en lo afortunado que soy de tenerla, y ese sentimiento de fortuna se abre a un lado para dejar un vacío.
Cuando me quedo allí me pregunto por qué irme ya. Irme es aceptar. Aceptar que el tren se ha marchado y que ella va dentro. Aceptar que volveré a casa sin que nadie me coja de la mano. Aceptar que esa noche la cena no será para dos... Sin embargo, aceptar es la realidad.
Quedarse es soñar que sigue allí, sentir su mano, oler su perfume... Sin embargo, quedarse es autoengañarse.
Algún día cogeré ese tren con ella, y todos estos fantasmas se quedarán en la estación, pero sabiendo que me pasaré tarde o temprano a recogerlos.
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60 segundos
Historia Corta¿Qué puedes hacer en sesenta segundos? Yo puedo hacerte llorar, reír, sonreír, soñar, volar... o simplemente robarte un minuto... (pero solo si me dejas)