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Han pasado seis meses desde que he estaño soñando con esa chica.

Y como ya expliqué siempre ocurre lo mismo: voy a tirarme por un precipicio y ella me salva.

He llegado a pensar que esta persona existe, en algún lugar del mundo, así que me he pasado las últimas semanas buscando en internet y preguntando a conocidos.

Incluso me he replanteado volver a escribirle a mi psicólogo, pero no creo que sea la mejor idea.

Ayer ocurrió algo extraño.

Estaba en mi oficina trabajando y a mi lado, mi molesta compañera, Giselle, hablaba sobre lo profundas que eran mis ojeras.

- Tengo ojeras y un espejo, ¿sabes?

- Sinceramente, lo dudo. Así no le gustarás a ningún chico lindo. - Respondió con un tono de voz suave.

No respondí, eso de las parejas no me interesa. Es una tontería, siempre terminan mal.

Antes de que Giselle pudiera seguir soltando estupideces de su boca, la puerta de la oficina se abrió de golpe, mientras entraba un hombre armado.

Giselle se quedó estática. Podía notar su temblor.

- ¡Dadme todo el dinero, o disparo! - Exclamó sosteniendo con fuerza la pistola.

Siendo sincera, yo no tenía miedo. Quizás el destino me estaba diciendo que ya era hora de irse de este mundo.

Pero ver a mi compañera temblar, me hacía sentir egoísta. Si me dejaba morir, ella también moriría y por muy molesta que sea, no quiero que su vida acabe así.

- Siento decirlo, pero en esta zona no guardamos el dinero.

El hombre se tensó.

- ¿¡Entonces dónde cojones está!? - Respondió apuntándome con el arma.

- No lo sabemos, solo lo sabe el jefe.

- ¡Mientes! ¡Todos mienten! - Gritó mientras recargaba sus balas.

Giselle se aferró a mí, sabiendo que era nuestro final. Le correspondí, abrazándola.

Pero, antes de poder apretar el gatillo, el hombre cayó al suelo.

Nos quedamos en silencio, intentando averiguar que había ocurrido. Pero tampoco pudimos pensar mucho, pues las sirenas de policías y ambulancias empezaron a sonar.

Resultaba que uno de los trabajadores había llamado a las autoridades.

En cuanto examinaron el cuerpo, nos informaron de que el hombre estaba inconsciente, se había desmayado, pero no estaba muerto.

- Habéis tenido mucha suerte chicas. Realmente tenéis un ángel de la guarda de vuestro lado. - Dijo el policía, después de entrevistarnos.

Giselle asintió con nerviosismo, pero yo me mantuve en silencio.

¿Ángel de la guarda? Mi madre solía decir que yo tenía uno, pero no entendía qué era exactamente.

Quizás el policía tiene razón, o quizás solo he tenido buena suerte.


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