Día 1: Spreen Rubegetta

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Rubius corrió detrás de su pequeño hijo con el uniforme a la medida que le habían mandado a hacer. Spreen solo tenía un bóxer puesto, mientras se escondía detrás del sillón para no ser agarrado por su padre

-¡Spreen! ¡Ven acá! - el niño le gruño- ¡No me gruñas jovencito!

-Spreen, hazle caso a tu padre- Vegetta hablo mientras sacaba el tocino de la sartén

-Podrías apoyarme un poco acá- Rub lo miro mal

-¡Me mandaste a hacer el desayuno!- apunto hacia la sartén ganándose solo que su esposo ruede los ojos- Quién me mandó a casarme

-¡Te escuché!

Un cojín impactó en su cara justo en el momento que su hijo soltó una carcajada haciéndolo bajar la guardia. Rubius lo cogió de la cintura, metiéndolo en los pantalones oscuros del uniforme mientras Spreen trataba de morderlo

-¿A quien salió tan salvaje?

-Es tu parte híbrida, a mí no me culpes

-¡Pero si es tu mal humor!- las muelas del pequeño se clavaron en el dedo de su padre- ¡Coño!- lo soltó, dejando que escapará escalera arriba

-¡Vocabulario frente al niño!

-¡Me mordió!

-Tenemos un perro en vez de un hijo

-¡Spreen ven acá!

Rubius subió otra vez las escaleras para capturar al pelinegro menor, dejando a Vegetta completamente solo poniendo la mesa. Se preguntaba en qué momento habían llegado a eso.

Hace más o menos cinco años los dos habían decidido tener una relación a escondidas, un año después todos se enterarían que estaban juntos, llenando de valor a Vegetta para pedirle matrimonio al híbrido de oso. Ese mismo año se casaron, pero aun cuando los primeros meses de matrimonio fueron hermosos y mágicos, su esposo sentía que les faltaba algo.

Al poco tiempo descubrió que la idea de tener un hijo con la persona que amaba le llenaba de ilusión, pero había un gran problema, los dos eran hombres y genética era imposible que alguno quedará embarazado del otro. Así que aún no muy seguro, Vegetta hablo con Merlon y los científicos del pueblo, buscando alguna manera de que le hiciera cumplirle su capricho al amor de su vida.

Al año siguiente y luego de mucha investigación, dieron con la sorpresa que, gracias a su parte híbrida, Rub podía concebir un bello bebé pelinegro con ojos amatistas, algo que no le gusto al chico ya que él lo había llevado nueve meses y no parecía tener nada que diera indicios que fuera de él más que sus orejitas de osos. Su frustración fue más grande cuando, como si no fuera poco la apariencia física, también saco el carácter de Vegetta.

Pero, aunque amaran a su pequeño retoño y fuera la luz de sus ojos, sabían que, así como cualquier niño llegaría la etapa más complicada de su vida, que eran los terribles tres años. Esto combinado con su horrible mal carácter y sus ganas de no ir al nido, fue una explosión de pataletas, mordidas y lloriqueos que aún seguían hasta ese día.

Spreen estaba claro que no era como los demás niños que iban a la escuela, Vegetta sabía que su niño era especial, lo notaba por sus clases de combate o magia que le daba de vez en cuando y en donde su hijo sabía perfectamente todo. Él no estaba para ser como los otros niños, su futuro era ser un gran guerrero como sus padres, pero Rubén creía que debía socializar con otros pequeños de su edad del pueblo para que no solo crezca alrededor de adultos que utilizan armas y van a misiones peligrosas.

-¡Lo logré!- Rubius entró al comedor agarrando boca abajo al pequeño por su pierna, aun así Spreen seguía tratando de morderlo

-Me alegra, el desayuno está listo- se sentó en el sitio que estaba en la cabecera

Rubegetta Month 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora