XV: Renacido del infierno verde.
↳ Daemon Targaryen.El príncipe canalla se movía con rapidez a través de los pasillos del castillo. Sir Erryk había llevado una informal bastante valiosa, una que a pesar había deducido cambiaría todo en la fortaleza si saliera a la luz. Agradeció al leal guardia y pidió amablemente resguardad la información. No podía creer que su hermano estuviera realmente cogiendose a la hija menor de Alicent, por supuesto que notaba las miradas que le daba a la platinada incluso cuando creía que nadie estaba viéndolo, pero existía un abismo muy grande y amplio entre simples miradas lujuriosas y acciones. Su hermano menor había cruzado el límite. Daemon no solía regirse por la moral, mucho menos por algún código, pero le parecía increíble que estuviera intentando seducir a la hija de su amante de juventud y la que finalmente era la esposa de su hijo ilegítimo. Al principio creyó que se trataba de mera venganza, pero no era así... Si estaba enfurecido por el hecho de que la mujer calentara la cama de su marido, Maegor sentía mucho más que solo deseo por la chiquilla, pues jamás fue un hombre posesivo o celoso con las mujeres que Daemon conoció.
La peor parte es que el menor de los Targaryen enojado, era impredecible y bastantes problemas había causado durante su corta estadía en la capital. Muchos rumores apuntaban a que el hombre intentaría usurpar el trono de su esposa, en cuanto Viserys muriera y en la cabeza de Daemon, la idea no era del todo descabellada, no después de lo que le hizo su hermano mayor en su juventud. Aparecer repentinamente después de tantos años completamente incomunicado, lejos de su familia y reaparecer en el minuto exacto para reclamar el trono del hombre que algún día robó a su mujer la pareció una estrategia increíble... Al fin y al cabo, después de tanto tiempo no conocía a Maegor, no tenía idea de que era capaz ni de en qué tipo de persona podría haberse convertido con el pasar de los largos y amargos años. Sin mencionar las constantes faltas de respeto que tenía contra Alicent, sino respetaba a la reina regente. ¿Por qué respetaría el reclamo de sus esposa cuando el trono pasara Rhaenyra?
Nadie le quitaba de la cabeza el pensamiento incesante de que su hermano simplemente, ya no era el mismo de antes. La guerra lo había convertido. Sir Erryk había mencionado su aterradora mirada y eso lo convenció por completo. ¿Qué tan macabro tenía que ser un hombre para asustar a un guardia real? Incluso Cole tenía de él y a pesar de la naturaleza tan insoportable del dorniense no era un estúpido. Si tenía temor por el, debía existir alguna razón. Daemon también sintió el cambio en su mirada en cuanto el lo atacó después de contarle que existía la probabilidad de que Aegon fuese su bastardo, sin mencionar que ocultó su matrimonio y a su descendiente. Al parecer Maegor era capaz de cualquier cosa y mucho más enojado. Tenía que detenerlo.
El platinado mayor lo divisó del otro lado del pasillo, caminado en dirección a la salida de la fortaleza. Se apresuró aún más en detenerlo.—¡MAEGOR!— Gritó lo suficientemente alto como para algunos guardias lo observarán extrañados. Su hermano se detuvo de manera inmediata, volteándose para mirarlo con el ceño sumamente fruncido.
Sus ojos parecían algo hinchados.
¿Había estado llorando?—¿Daemon?— Cuestionó acercándose, sin quitarle la mirada de encima. El príncipe canalla apoyó sus manos sobre el mango de su espada, de manera amenazante.
—Necesito discutir un asunto contigo— Dijo el jinete de Caraxes, la cabeza de su hermano se giró, ligeramente hacia la derecha. Su semblante intrigado seguía ahí.
—No tengo tiempo— Pronunció intentando alejarse antes de ser sujetado con fuerza por su hermano.
—¡Ahora!— Ordenó ganándose un bufido de parte del menor, quien evitando tomar un escándalo cedió ante su petición, molesto por la repentina intervención.
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Targaryen Blood | Helaena Targaryen.
FanficA|-Alicent creía que el regreso de Maegor, el hermano menor del rey Viserys, era por ella... Creía que aquel joven que durante su adolescencia la amo, volvía para por fin ser felices, pero por el contrario. Ni una sola pizca de amor existía de parte...