XI

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—¿Libre? ¿A qué te refieres? Y ¿Qué le hiciste a Felix? — el pánico en su voz, era tangible. Giro la cabeza, para ver como la castaña acariciaba suave y amorosamente el rostro de su esposo.

—Aby, ¿porque no vas por algo de alcohol y algodones, para limpiarlo? — la castaña, aby, levanto la mirada, y con algo de recelo, salió de la habitación.

— Hermosa ¿verdad? — Samantha levanto la mirada y observo, a la que creía su amiga. Nada de lo que estaba pasando, tenía sentido.

—¿Qué está pasando, Keyla? Y ¿Cómo es que la conoces? — su amiga le devolvió la mirada y se levantó de la cama. Se acercó a Felix y la miro con repulsión. Luego se arrodillo frente a el y lo sacudió. La cabeza de Felix reboto un poco en el asiento. Pero a pesar del brusco movimiento seguía inconsciente. —Vaya. No es momento de explicaciones, aún. Quiero que el esté despierto, para que no tenga que repetir todo, dos veces.

La puerta se abrió y por ella entro aby con los brazos llenos de bolsas de algodón, alcohol, yodo y gazas. —¡Dios! Que exagerada eres. Con un poquito de alcohol y algodón era suficiente. Tampoco le golpee para matar.

Aby miro a su compañera y sin hacer caso de sus reproches, se dispuso a curar la herida de Felix. Afortunadamente, no era muy profunda y no parecía necesitar puntos.

Samantha miraba como la castaña trataba el rostro de Felix con devoción, parecía estar genuinamente enamorada de el.

La punzada de celos, llego acompañada de una de pánico.

Si ella lo amaba realmente, entonces Samantha era un problema, en su plan de estar juntos. Pensó en su bebé, y como haría para mantenerlo a salvo. Un suave gemido escapo de la boca de su esposo, pero siguió sin despertar.

—Bueno, ya es suficiente. — la castaña le lanzo una mirada venenosa. Samantha tenía la extraña sensación, de que esto no terminaría bien.

—Keyla, ¿podrías venir conmigo, un momento? Necesito hablarte, a solas. — luego de un par de segundos, en los que parecía que su amiga estaba por negarse, ambas salieron de la habitación. Lo que parecía ser una discusión y bastante fuerte, comenzó a oírse minutos después. No alcanzaba a entender que era lo que decían, pero no parecía ser nada bueno.

Se preguntó si acaso, aby había encontrado la forma de obligar a Keyla a que la ayudara en contra de su mejor amiga. Por más que trato de creer en ello, y en que su amiga la podría ayudar de salir bien de allí, no pudo convencerse. Keyla tenía toda la pinta de estar involucrada por voluntad propia. Además, Samantha siempre había sabido que su amiga odiaba a Felix, lo que nunca logro entender era el porqué. ¡Felix! Giro la cabeza para verlo y su corazón se estrujo dolorosamente con la imagen.

Estaba alli sentado, inconsciente y pálido, en esa silla. Movió las manos, tratando de ver si se podía zafar de las esposas, pero lo único que consiguió fue que estas le lastimaran las muñecas. Lanzo un gemido y movida por la desesperación comenzó a moverse frenéticamente sobre la cama, sacudiendo toda la estructura de esta y haciendo sonar las esposas, al rozarlas con el metal de los barrotes. Se detuvo jadeando y adolorida, era inútil. En un intento por mantener la calma, cerró los ojos y respiro profundamente.

Un gemido agudo de dolor, la hizo abrirlos rápidamente. Felix estaba removiéndose en la silla y gemía con cada movimiento que hacía.

Felix

—¿Felix? ¿Estás despierto? ¿Amor? — la voz. Sonaba aterrada y lo llamaba.

Movió de nuevo la cabeza y el dolor casi lo hizo llorar. ¿Había tenido un accidente? O ¿estaba enfermo? Porque, bien por el dolor de cabeza que estaba sintiendo, podría decir que fue un accidente muy grave.

Infiel  ──  𝐑iverduccionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora