Capítulo 3

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Nunca creí que la nieve y el frío infernal, como la oscuridad de la noche, me resultaría tan...cómoda, como ahora. La luz de la luna resplandece contra la nieve de forma pulcra, y el cigarrillo que fumo de alguna forma me hace olvidar el frío sepulcral que sufre mi cuerpo.

He dejado atrás a Aurun y Peca, por mi bien mental y físico. Intenté hacerme el fuerte el tiempo suficiente, pero finalmente debí salir corriendo de allí. Obvio, no literalmente.

"Tengo cosas que hacer" fue mi magnífica excusa que claro, como encargado de calidad, nadie sabe que no fue más que eso.

—Un recorrido instructivo, sin duda. — Murmuro con burla. La faena comenzó y no hay nadie fumando aquí afuera. Para qué, si tienen esa zona entre el desangrado de la vaca y el cortado de pesuñas para fumar calentitos entre la sangre y grasa. Estupendo.

Intento no contar la cantidad de puchos que fumé, para también desconocer el nivel de mi ansiedad. Supongo que no estaba preparado para ver cómo mueren esos animales. Es demasiado brutal, siquiera he prestado atención a los rostros de los operarios, a sus vestimentas, sólo recuerdo los ojos fríos de los cerdos al morir.

—Linda noche. — Me saluda Chivo con una sonrisa. Saca una cajetilla de cigarros y me extiende uno. En el suelo se encuentran las colillas de todos los que fumé anteriormente, e igual siento que no es suficiente.

—Gracias. Y sí, supongo que sí. — Él se burla y prende su cigarro.

—No te gusta. Suele pasar mucho con los extranjeros.

—Lo siento. — Le digo sin ningún ápice de sonar sincero, una sonrisa se dibuja es su rostro y sin querer sonrío igual. — Pero prefiero esto antes que el matadero.

—¿El mata...? — Lanza una carcajada y los dos comenzamos a reír. — Jamás lo había pensado de esa forma.

—Qué extraño. Fue lo primero que se me cruzó por la cabeza cuando lo vi.

—Lo entiendo, son imagenes fuertes. Ya te acosumbrarás, al fin y al cabo, pasamos más tiempo aquí que en nuestras propias casas. — Eso suena triste, pero es la realidad. Por el momento, no me suena tentador pasar la gran mayor parte de mis días entre chanchos y vacas muertas, drogadictos, grasa y sangre. Calculo que iré acostumbrandome, como bien dijo Chivo, y lo normalizaré con el tiempo. Eso espero. — Faena terminará en cualquier momento, hasta que vuelva a llegar hacienda. — Dice Chivo, mirando hacia los corrales. Ya no quedan cerdos allí y ahora el señor limpia el lugar con una manguera.

—Lo dices como si fuera algo malo.

—Oh, no lo es. — Duda. — Pero debes tener cuidado. — Vuelve a dudar. — Hay mucha gente...indeseada trabajando. — Aguardo en silencio, exhalando el humo mientras intento procesarlo. — No es que me crea mejor a los demás, simplemente es lo que dicen por ahí...El frigorífico no es un trabajo de buen prestigio, y la paga es mala, pero no les importa a qué tipo de persona contratan, mientras sepa manejar un cuchillo y acepten ser explotados laboralmente.

—Y ellos saben manejar muy bien los cuchillos. — Termino por entender. Chivo me observa y en silencio asiente, su rostro un poco tenso. — ¿Debería hacer algo?

—Tu trabajo, y no te metas en sus asuntos. — Termina y exhala el humo. — No hacen nada sin motivos. — Permanecí en silencio, admirando la tranquilidad del hombre. No lleva la cofia, y puedo observar gracias a la iluminación artificial basta su cabello sedoso y negro, sus pestañas pobladas siendo ahora más visibles. Y mientras levanta el cigarrillo y lo lleva a su boca seca, el oro de una argolla brilla reflejándose con la luz; Un anillo de casado.

El Matadero - YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora