Un Encuentro Inesperado en el Mercado

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El día es humedo y algo nublado, como casi todos los días en aquella aldea de Rumanía, cercana al castillo Dimitrescu. Elizabeth decide aprovechar el buen clima para bajar al mercado y comprar algunas provisiones. En el bullicio del mercado se envuelve ella mientras se mueve entre los puestos, el aroma de pan recién horneado y especias locales llenando el aire.

Mientras examina unas frutas frescas en uno de los puestos, siente una presencia familiar cerca de ella. Levanta la vista y ahí está, Karl Heisenberg, el hombre que siempre parece irradiar una mezcla de peligro y carisma. Pero esta vez, hay algo diferente en él. No lleva su habitual martillo a la vista, y su actitud, normalmente confiada y dominante, parece más... ¿Vacilante?

Heisenberg la mira, sus ojos brillando bajo el ala de su sombrero. Hay un leve rastro de nerviosismo en su postura. Sus manos, generalmente seguras y firmes, se aprietan alrededor de una pequeña bolsa que lleva consigo. Claramente, él también ha venido al mercado, aunque probablemente no lo vería Elizabeth como alguien que frecuenta estos lugares.

El silencio entre ellos es palpable, cargado de la tensión que siempre existe cuando están cerca el uno del otro, tal vez era incomodidad, al fin y al cabo para él, ella era sin más la sirvienta de su hermana y para ella, él era un Lord. Finalmente, ella decide romper el hielo.

Elizabeth: "No esperaba verlo por aquí, Señor Heisenberg. ¿Qué le trae al mercado hoy?"

Karl parece tomar un respiro profundo antes de responder, su voz más suave de lo que esperaba ella.

Heisenberg: "Ah, bueno, pensé en... cambiar un poco la rutina. No todo es metal y máquinas, ¿sabes? También hay que... comer."

Elizabeth nota una leve sonrisa en sus labios, pero hay algo en su mirada, una vulnerabilidad que no había mostrado antes. Tal vez es la forma en que sus ojos se desvían ligeramente cuando la mira, o cómo parece reacomodarse nerviosamente su sombrero, como si no estuviera acostumbrado a sentirse tan expuesto.

Elizabeth: "Eso es cierto. Incluso los Lords necesitan un descanso de vez en cuando."

Su tono es ligero, casi juguetón, pero también con un toque de sinceridad. La idea de que alguien como Heisenberg pueda ponerse nervioso al alrededor de Elizabeth le resulta un tanto adorable, aunque no lo demuestre ella del todo.

Karl parece relajarse un poco, como si el comentario de ella hubiera quitado algo de la tensión. Pero todavía está esa incomodidad, como si no supiera cómo proceder. Por un momento, parece que va a decir algo más, pero se detiene, mordiéndose levemente el labio inferior.

Heisenberg: "Sabes, Elizabeth, si no tienes prisa... podríamos... caminar juntos. Digo, puedo acompañarte al castillo, si te parece bien."

Sus palabras salen rápidas, casi como si temiera retractarse si no lo decía de una vez. Ella nota cómo un ligero rubor colorea sus mejillas, algo que nunca habría esperado ver en alguien tan poderoso y normalmente controlado.

Elizabeth: "Me encantaría, Señor Heisenberg. Vayamos."

Ambos empiezan a caminar juntos por el mercado en dirección al castillo, una mezcla de tranquilidad y nerviosismo flotando en el aire. Mientras caminan, siente Elizabeth que, por primera vez, Heisenberg no es solo el enigmático señor del metal, sino alguien con sus propias inseguridades y deseos. Quizás, solo quizás, haya más en él de lo que había imaginado.

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