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ノ刀√ノ乇尺刀の
⁽ⁱⁿᵛⁱᵉʳⁿᵒ⁾


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ˢᵒᵐᵇʳᵉʳᵒˢ ᵍʳᵃᶜⁱᵒˢᵒˢ

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Davy despertaba temprano todos los días muy a pesar de dormir poco, y es que su padre había dejado en claro muchas veces que si querían mantener la calidad y ritmo del negocio debían ser disciplinados.

Desde de las cinco y media cada mañana.

El Feathers llevaba más de quince años funcionando en la ciudad, un enorme restaurante que en realidad solía pasar de sapercibido. Marzo ya llegaba a su fin y con ello una de sus malas temporadas.

De lunes a lunes bajaba las escaleras y desayunaba con prisa antes de ponerse el delantal y salir al salón; Dracule no la dejaba pasar mucho tiempo con él en la cocina; mientras crecía había descubierto que así como él no gozaba de una gran paciencia, su niña tampoco era precisamente habilidosa con respecto a lo culinario.

—El cabello para atrás —su madre la detuvo en su camino al pasar por su lado. Con ambas manos despejó el cabello oscuro del rostro de su hija—, sí, que se vea esa bonita cara

—Está corto, no lo puedo mantener más hacia atrás —se quejó buscando huir sin éxito de ella.

Christiana era una mujer ruidosa y extravagante, llevaba muy bien ella sola la atención a los clientes del restaurante, pero ahora que Davy tenía más tiempo libre, la había animado a involucrarse un poco más. Pasaban de un lado a otro, limpiando, ordenando y llevando lo mejor que podían la atención a los clientes.

—Intenta sonreír un poco más —sugirió la pelirroja al notar lo nerviosa que la más joven se ponía—, no, a ver, un poco menos —pensó que su expresión no era del todo cálida—, mm, tal vez si cierras un poco más los ojos

—Ay, ma

—No, no, enserio, otro poco, ya lo tienes

Eran sus ojos, dorados, brillantes y enormes. Al igual que su madre, Davy tenía en ella la naturaleza de una lechuza artica, pero aquellos ojos penetrantes eran enteramente obra de su padre. Ojos fríos y profundos de halcón. A los demás los ponía un poco ansiosos.

—Sonrío, sí, los ojos más cerrados —susurró queriendo librarse del agarre de la mayor. La mayoría de las veces buscaba escapar al tener que recepcionar las mesas ella misma, prefería llevar sus cosas y ya.

Excepto con una.

Al notar a su madre yendo hasta el otro extremo del lugar, la azabache la tomó de la muñeca y tiró de ella un poco, haciendo que ambas girarán y casi cayeran.

—¡Qué entusiasmo! —celebró la mayor, tomada por sorpresa.

—Déjame atender esa —pidió más confiada—, el muchacho del sombrero gracioso siempre deja buena propina cuando los atiendo

Ambas vieron en aquella dirección, de forma distinta, pero para nada disimulada. Aunque de cualquier modo, ya era pasado el mediodía y eran la única mesa allí.

𝕿𝖍𝖎𝖓𝖌𝖘 𝖙𝖔 𝖉𝖔 ⇝ ⁽ˡᵃʷ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora