𝕿𝖍𝖎𝖓𝖌𝖘 𝖙𝖔 𝖉𝖔 ⇝ ⁽ˡᵃʷ⁾

004

ﾉ刀√ﾉ乇尺刀の
⁽ⁱⁿᵛⁱᵉʳⁿᵒ⁾

╔══                        ══╗
ᵘⁿᵃ ᶜʰⁱᶜᵃ
ⁿᵉᶜᵉˢⁱᵗᵃ ᵘⁿ ᵖᵃˢᵃᵗⁱᵉᵐᵖᵒ
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—Estoy bastante segura de que estas no se usan hacen como veinte años —comentó Chrissy mientras los tres cerraban las cuentas del último turno.

En su mano, descansaba una moneda pequeña y deslucida.

—Ah, la dejaron en la mesa siete esta tarde —recordó Davy al darle una mirada antes de volver a anotar en la libreta.

—Una broma de mal gusto, Christiana, solo tirala —aconsejó Mihawk sin elevar la mirada al hacer su trabajo, sentado entre ellas.

—No —Davy se inclinó en la mesa y tomó la mano de su madre, ganándose un suspiro cansado por parte de Mihawk, quien se dejó caer contra el respaldo de su silla ante el arrebato que desordenó todos sus papeles sobre la mesa—. Quiero quedármela

La sintió casi como un regalo, ese muchacho había batallado mucho para encontrarla como para solo desecharla sin más.

—Davy, no seas ridícula —su padre volteó los ojos—, ¿Para qué guardar esa basura?

—Las chicas necesitan un pasatiempo —su madre le guiñó un ojo con humor a la menor.

—Vi eso

—Sí, lo hice para que lo vieras

Mihawk era un hombre práctico, y solía ver las cosas según la utilidad que proporcionaran y el espacio que ocuparan; no batallaba demasiado en descartar, cosa que su esposa sí hacia.

Chrissy tenía una gran facilidad para encariñarse con cosas inútiles y sin sentido, porque para ella lo tenían. Sobre todo si tenían que ver con Davy o Mihawk.

La menor solía preguntarse qué los hacía elegirse cada día, porque no había ni la menor armonía entre ellos, no compartían nada y aún así se querían. Su madre siempre lo besaba y lo abrazaba en contra de su voluntad, siempre decía cuanto los amaba a ambos; mientras que Dracule tenía gestos más sutiles que su hija había aprendido a identificar. Como acomodar la falda de su esposa o elegir un broche para su cabello, besar el dorso de su mano o notar que algo era difícil y ofrecerse a terminarlo él mismo. No sonreía ni decía palabras dulces, pero era atento. Y Davy podía notarlo.

Aunque aveces no fuera suficiente.

—Entonces me la quedo —la jóven se la quitó a su madre y regresó a su sitio con la moneda entre los dedos.

Esa noche, al ir a la cama, la guardó dentro de una lata de mentas vacía en su mesa de noche, ahí guardaba lo que era pequeño y esperaba que no perder.

Era una tontería, pero pensó que quizás guardarla le daría suerte y algo de valor. Ese grupo tan pintoresco iba seguido, y cada vez eran más; sonrió para si misma ante la idea de acercarse y charlar un día. Como alguien normal, solo charlar y ya.

Desde que todos se habían ido para estudiar a la ciudad se sentía bastante sola.

Todos. Sus amigos, sus hermanos.

Davy suspiró. Extrañaba a Zoro, y extrañaba a Perona, y extrañaba a todas sus amigas. Sus ausencias le habían echado a la cara su total falta de aspiraciones.

Todo fue, durante toda su vida, hacer sus deberes y pasar el tiempo; pese a la insistencia de su padre, nunca fue capaz de mantener una actividad o deporte más allá de dos meses; nisiquiera una rutina sólida en casa.

La mente de Davy la castigaba un poco por ello cada noche, porque aún era muy jóven, pero sentía que se le pasaba el tiempo tan rápido y sin la menor idea de lo que quería hacer con su vida.

Sus días se iban sin que nada cambiaba y esa realización le cerró el pecho, se posicionó boca arriba y se hizo un promesa.

Porque las llamadas y las fotos y todos los éxitos que los demás le hacían llegar eran una gran alegria, pero no acababa de sentirse cómoda, sino más bien como una planta, quieta en el mismo sitio para siempre.

Debía hallar algo que hacer, lo que fuera, quiso apasionarse de algo con mucha fuerza y vivir para ello. Porque todos lo hacían ver tan fácil. Lo deseó, lo deseó enserio.

Pero más deseo mantener esa energía, temía que en un par de días solo volviese a conformarse.