Por David Draven
La Batiseñal dispersaba la negrura de la noche, una llamada de auxilio que Batman no podía ignorar. Sin embargo, mientra conducía el Batimovil, algo en su intuición le decía que esta noche sería diferente. Esta vez, la negrura parecía más densa, el aire vibraba de forma extraña, como si presagiara un irremediable evento fatal.
Batman irrumpió en un edificio abandonado, que había sido reportado en una llamada anomina como punto de venta de drogas. Siguiendo un camino de fotografías instantáneas de muñecos de peluche macabros, este lo condujo a una fiesta de té improvisada. Los maniquíes sentados a la mesa eran grotescos, sus rostros pintados con sonrisas torcidas permanentes. En el centro, estaba sentada una figura familiar con su inconfundible sombrero de copa.
"Bienvenido, Batman," dijo el Sombrerero, su voz goteando sarcasmo y veneno. "¿Una taza de té, tal vez? Es la especialidad de la casa."
Batman se mantuvo en silencio, su visión infraroja escaneando la habitación en busca de trampas. Pero todo parecía demasiado sencillo, demasiado preparado. Una trampa dentro de una trampa.
"Siempre tan cortés y platicador," continuó Tetch, levantando su taza de té en un brindis. "Esta vez, no te he traído aquí para un simple juego. Esta vez, no habrán galletas para ti."
De repente, las luces se apagaron y un zumbido eléctrico llenó la habitación. Batman sintió un dolor agudo en su cabeza, como si mil agujas electrificadas perforaran su cerebro. La máquina de Tetch estaba en marcha, una monstruosidad instalada en el departamento de abajo, hecha de cables y bocinas diseñadas para quebrantar incluso la voluntad más fuerte.
"¿Lo sientes, Batman? Esa es el país de las maravillas infiltrándose en tu mente, lentamente, inexorablemente. ¿Quién eres sin tu cordura, sin tu control?" La voz de Tetch era una distorion en las ondas de sonido, cada palabra una daga en la psique de Batman.
Los pensamientos se distorsionaban, revolviendo realidad y pesadilla. El rostro de sus padres muertos se fusionaba con el de sus enemigos. Joker riendo en la oscuridad, Bane rompiendo su espalda, Ra's al Ghul con su retórica perversa. Todos ellos, riendo, burlándose, empujándolo hacia el limite.
"Admite que eres como nosotros," siseo una voz en su mente. "Admite que la violencia es tu verdadero yo."
"Bruce no luches," dijo la voz de Alfred, pero era solo un espejismo, una ilusión. "Deja que el monstruo te consuma. Solo así encontrarás la paz."
"No," murmuró Bruce, su voz débil, casi inaudible. "No soy como ellos."
"Pero lo eres," insistió la voz del Joker. "Siempre has sido. Simplemente lo ocultas tras esa máscara tan aburrida."
"Soy... Batman," dijo Bruce apretando sus dientes, aferrándose a esa única verdad. "No... me... rendiré."
"Ríndete, Murciélago," dijo Tetch, su voz sonaba triunfante. "Ríndete y la verdad te hará libre."
Batman sintió que sus fuerzas lo abandonaban. La máquina de Tetch lo jalaba cada vez más cerca del precipicio. Pero en el fondo, una chispa de voluntad aún ardía. Un recuerdo maldito, una promesa dolorosa.
"No... me... rendiré," repitió, su voz ahora más firme. "Siempre... habrá... esperanza."
La máquina chispó y se apagó, incapaz de tan siquiera razguñar la mente de Bruce. Batman se desplomó, aturdido pero no vencido. El Sombrerero gritó con frustración, su plan había fallado mientras se golpeaba la cabeza y la cara desesperado.
"Esta nunca sera.. tu victoria, Tetch," murmuró Batman, levantándose lentamente. "Siempre habrá... alguien... aunque yo ya no este ."
Y así, se dirigio hacia el Sombrerero, decidido a poner fin a esta charada absurda, al menos por esta noche.
"Te lo dije, Jervis," dijo Batman, su voz resonando con una calma mortal. "Soy Batman. Y tu eres simplemente un enfermo patetico."
El Sombrerero rió, un sonido hueco y desesperado, mientras estiraba sus parpados hacia abajo con sus dedos retorcidos. "Quizás no hoy, pero siempre te asecharemos Batman. Siempre."
Con una mirada fria y despiadada, Batman avanzó, con los puños apretados listo para machacar al enemigo una vez más, antes de enviarlo de vuelta al manicomio donde pertenecia.