Desde aquel en el que todo había ocurrido, Chuuya aún intentaba procesar y asimilar la nueva realidad a pesar de que no tuviera mucho sentido. Habían pasado un par de días en los que no hubo ningún cambio interesante a destacar. Dentro del santuario seguían habiendo dos clases de grupos, por un lado estaba el pelirrojo solo mientras que por el otro estaban tanto Atsushi como Akutagawa. Con el primero de ellos hablaba de vez en cuando aunque únicamente se mencionaban temas demasiado superficiales para su gusto, con el otro apenas cruzaba miradas si podía evitarlo.
Era capaz de notar que algo le preocupaba al peliblanco pero a pesar de que preguntara por aquello cuando estaban solos, este rápidamente cambiaba de tema de forma descarada. Como si pensara que aquello no era de su incumbencia o que simplemente recibiría algún tipo de represalia si lo contaba.
Por obvias razones, la curiosidad de Chuuya no hacía más que ir en aumento cada vez que el peliblanco se descuidaba y mencionaba algún detalle que no debía. Aún no tenía un hilo del que tirar para formar ideas consolidadas, pero no por ello lo dejaba pasar por alto. Por la clase de educación que había recibido, nunca había estado en la naturaleza del elegido ir en contra de las decisiones ajenas o tratar de hacer sentir mal a los demás por simple deseo de satisfacer su curiosidad. Fue por eso que al final simplemente decidió actuar como si no estuviera ocurriendo nada extraño ni misterioso.
Como si aquel lugar siempre hubiera sido su hogar y no tuviera recuerdos de cómo había sido su vida antes.
Aunque aún seguía sin tener la certeza de que verdaderamente hubiera ocurrido.
Definitivamente la lista de los asuntos que tenía que resolver no hacía más que incrementarse a medida que pasaba el tiempo.
Tan solo esperaba no terminar loco.
Pocas veces se había peleado tanto con sus pensamientos bajo el amparo de la luna.
Definitivamente aquello era una experiencia que no quería volver a vivir.
— ¡¿Estás bien Chuuya?! —El grito de Atsushi de pronto le sacó de sus pensamientos.
— ¿Por qué no debería-?
— ¡Se te acaba de caer una cacerola encima! —La incredulidad se notaba en su voz—. ¡¿Cómo no te has podido dar cuenta?!
El pelirrojo parpadeo varias veces intentando que su cerebro dejará de divagar y se centrará en asimilar y entender el significado de las palabras que acababa de escuchar.
¿En que estaba de todas formas?
Tan solo fue cuestión de segundos para que sus ojos se enfocaran y le mostrarán que se encontraba en el área del servicio del santuario, concretamente donde se encontraba la amplia cocina. Definitivamente era demasiado ostentoso para las tres personas que se encontraban ahí antes de que llegara el.
Fue en ese momento que lo recordó.
Ese día no había podido dormir demasiado por la noche y había decidido levantarse antes para poder hacer algo, cualquier cosa para dejar de revivir una y otra vez la caída del acantilado. De tan solo recordarlo su cuerpo se ponía a temblar y nuevas lágrimas acudían a los ojos.
No quería sentirse de esa manera.
No quería que ese miedo le persiguiera.
Apenas estuvo fuera de su habitación, recorrió el interior del santuario sin abrir ninguna de las puertas a las distintas distintas habitaciones y salas que no sabía con exactitud lo que aguardaban. A pesar de llevar varios días dentro, aún no se había acostumbrado a lo laberíntico que era todo.
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La leyenda del zorro
FanfictionLa vida de Chuuya Nakahara siempre había sido idílica a pesar de que la realidad que le rodeaba fuese el mas cercano posible a un infierno helado. Una vida de ensueño creado con un objetivo concreto que el involucrado no tenia idea. Sin embargo, lo...