Parte 4

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Captulo 4;

Lincoln Loud, a sus 25 años, había aprendido a lo largo de su vida que el mundo no siempre era un lugar seguro. Los eventos recientes, que lo habían dejado sintiéndose vulnerable, lo llevaron a reflexionar sobre la importancia de protegerse a sí mismo y a quienes amaba. Estos pensamientos estaban profundamente entrelazados con los fragmentos de recuerdos de una vida pasada, la reencarnación de Melow. Aunque no siempre comprendía del todo esos recuerdos, sabía que había una lección importante que debía aprender. La necesidad de aprender defensa personal se volvió una prioridad en su vida.

Con esta determinación, Lincoln se lanzó a una intensa búsqueda de conocimiento. Pasaba largas horas frente a la pantalla de su computadora, viendo videos de diferentes técnicas de defensa personal. Quería entender desde los movimientos más básicos hasta las tácticas avanzadas que podrían algún día salvarle la vida. No se limitó solo a los videos; también empezó a leer libros y artículos que describían las filosofías detrás de distintas artes marciales. Aunque al principio se sintió abrumado por la cantidad de información y la complejidad de las técnicas, su deseo de proteger a sus seres queridos lo mantenía firme en su camino.

Incapaz de encontrar un dojo cercano que satisficiera sus necesidades, Lincoln decidió comenzar a practicar en casa. Al principio, improvisó con lo que tenía a mano: cojines que servían como sacos de boxeo, sillas que usaba para mejorar su equilibrio y fuerza. Estos objetos cotidianos se convirtieron en sus primeras herramientas de entrenamiento. Con el tiempo, desarrolló una rutina diaria que seguía con disciplina. Pero no pasó mucho tiempo antes de que sus hermanas comenzaran a notar el cambio en él. Algunas se burlaban de su nueva obsesión, mientras que otras mostraban un interés genuino, aunque todavía no estaban convencidas de unirse a él.

Un día, durante una de sus prácticas en el patio trasero, Lincoln conoció a un nuevo vecino que se había mudado recientemente al barrio. Este hombre, de unos 40 años, tenía una presencia imponente y un aire de misterio. Tras una breve conversación, Lincoln descubrió que este hombre era un exmilitar y un experto en artes marciales. Aunque al principio dudó en pedirle ayuda, el deseo de mejorar fue más fuerte. Para su sorpresa, el vecino aceptó ser su mentor.

El entrenamiento con su nuevo mentor cambió completamente la perspectiva de Lincoln sobre la defensa personal. Ya no se trataba solo de aprender a golpear o a esquivar. Su mentor le enseñó la importancia de la disciplina, el control mental y la filosofía detrás de cada movimiento. Estas lecciones fueron acompañadas de sesiones intensas donde Lincoln enfrentó retos físicos y emocionales que nunca antes había experimentado. A medida que avanzaba en su entrenamiento, algunas de sus hermanas comenzaron a unirse a él en sus prácticas, lo que no solo reforzó sus lazos familiares, sino que también les permitió trabajar juntos como un equipo.

A medida que Lincoln profundizaba en su entrenamiento, no podía ignorar la creciente sensación de que había más en su vida de lo que parecía. Los recuerdos de Melow seguían apareciendo en sueños, cada vez más vívidos y llenos de detalles que antes no había entendido. Empezó a investigar más sobre su reencarnación, intentando conectar las piezas de su vida pasada con su presente. Fue durante una de estas investigaciones que encontró un objeto antiguo en la casa, algo que pertenecía a Melow y que, de alguna manera, había estado allí todo este tiempo. Este descubrimiento lo dejó con más preguntas que respuestas, pero también lo acercó aún más a la comprensión de su verdadero propósito.

El capítulo culmina en un evento significativo que pone a prueba todo lo que Lincoln había aprendido hasta ahora. En una confrontación inesperada, tuvo que aplicar las técnicas y la sabiduría adquirida a lo largo de su entrenamiento. Este momento fue un punto de inflexión para él, donde no solo demostró su crecimiento físico, sino también emocional y mental. Después de este evento, Lincoln reflexionó sobre todo lo que había aprendido. Sabía que su viaje apenas comenzaba, pero también entendía que ya no era el mismo joven que había empezado a entrenar solo en su casa. Sus hermanas, aunque inicialmente escépticas, también se vieron impactadas por su transformación, y poco a poco empezaron a ver en Lincoln a alguien en quien podían confiar y buscar protección. 

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