Epílogo

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Lalisa Jeon.

— Papi —permanecí en el umbral de la puerta con una sonrisa viendo a Jungkook con una taza pequeña de café en su mano derecha mientras se sentaba en la cama de Pharita— ¿Me compras otro poni?

Jungkook asintió y le tendió la mano. Nuestra hija sonrió y se acercó, dejando que su padre la sentara sobre su regazo.

— Te amo —ella sonrió, enroscando sus manos alrededor de su cuello.

— Te compraré otro poni como el señor rosita si llenas a papá de besos.

Sofía sonrió efusivamente y se abalanzó sobre él, siendo ella la que fue llenada de besos por su papá. Nunca tuve duda alguna de que sería un padre maravilloso, amaba a nuestros hijos de una manera impresionante. A pesar de que su agenda era ocupada en época de juegos, el sacaba el tiempo para su miércoles de té con Pharita y para cada uno de los partidos de Minho en la escuela. Desde que nuestro hijo comenzó en el equipo de lacrosse para niños hace seis meses, Jungkook estuvo allí acompañándolo en cada momento.

Al principio creí que estaría dolido porque Minho no se animara por el futbol como antes, pero fue el quien lo llevo a inscribirse en el equipo al día siguiente. Tal vez la noticia que nuestro hijo le tenía en unas horas lo haría sonreír aún más.

— Minho nunca quiere jugar conmigo a las princesas —contuve la carcajada que amenazaba con salir de mi boca al ver el puchero en los labios de mi hija. Con su vestido de flores favorito a juego con sus cartera era la princesa de la familia. No sabía de dónde sacaba tanta elegancia— ¿Tú sí, papi?

— Claro, amor —la colocó sobre sus pies en el suelo— Pero no hoy —ella frunció el ceño— Vamos a buscar el regalo para Minho.

— Dijo que no quería celebrar su cumpleaños, pero yo quiero pastel, papá —se cruzó de brazos, algo molesta. Era jodidamente divertido porque su rostro angelical no guardaba rastro de maldad.

— Cumples en un mes, cielo —anotó Jungkook— Tendrás mucho pastel para ti. 

— ¿De verdad? —él asintió— ¿Y regalos?

— Es posible que haya un poni si te portas bien —miré el muñeco gigante en la cama de Pharita,

¿Dónde iba a meter otro como esos? No tenía idea, pero Jungkook buscaría la manera, siempre lo hacía. Nuestros hijos pocas veces pedían algo, sabían que eran afortunados por tener lo que tenían, por lo que cuando Pharita o Minho lanzaban una petición en dirección a Jungkook, él corría para complacerlos.

— Vaya, parece que interrumpo —entré del todo a la habitación, haciendo una mueca al ver las manos sucias de tierra de mi hija— ¿Estabas jugando de nuevo en el patio?

— No, mami —las escondió en su espalda— Bueno, sí —me las mostró, sonriente.

— Ve a lavártelas, cariño. Luego iremos con papá a buscar el regalo de tu hermano.

— ¿Cuándo vendrá? —se acercó a mí, abrazandose a mis piernas y seguramente ensuciando el pantalón blanco que llevaba con las manos.

Me arrodillé frente a ella, acomodando su largo cabello castaño y colocándole bien la diadema que insistió en usar en la mañana.

— Pasaremos por él a casa de la abuela Chitthip.

— ¿Me puedo quedar?

Sacudí la cabeza con una sonrisa.

— La abue vendrá hoy a quedarse, pueden hacer galletas para Minho cuando llegue.

Asintió, corriendo al baño ante la mención de mi madre.

Touchdown [LISKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora