VI.

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–¿Por qué mierdas me he metido en esto? –me pregunté más bien a mi misma a pesar de que estaba al teléfono con Skye, mi mejor amiga y compañera de trabajo

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–¿Por qué mierdas me he metido en esto? –me pregunté más bien a mi misma a pesar de que estaba al teléfono con Skye, mi mejor amiga y compañera de trabajo.

A pesar de que ella también estaba en el equipo, sabía perfectamente que sus labios estaban sellados. Pondría la mano en el fuego una y mil veces por ella. Era de ese tipo de personas que disfrutaba siempre que había algún cotilleo pero que, a su vez, sí sabía cómo guardar secretos. En resumen, era la amiga perfecta si no fuese por el hecho de que era una rubia perfecta de ojos azules y salir con ella de fiesta significaba que yo jamás me comería una rosca.

–Porque necesitas el dinero –me recordó por si acaso se me olvidaba el motivo de mi mudanza a Mónaco. –Lo que me sorprende es que Christian no se haya molestado porque ahora trabajes también para Max...

–Christian le entregaría toda su fortuna a Max si eso le asegurase un contrato de por vida en el equipo al holandés –me quejé tirándome en el sofá al lado de Ivy, que dormía plácidamente después de tomarse un enorme biberón.

–Visto así... –susurró al otro lado de la línea. –Mira, tú lo que tienes que hacer es pensar en el dinero que vas a tener a final de mes en tu cuenta. Te aseguro que, así, será más llevadero.

–No estoy tan segura –negué sin apartar la vista de Ivy. No quería distraerme y que pudiese pasarle algo. –Es que con él todo es... raro.

–¿A qué te refieres con "raro"? –preguntó cada vez más interesada. No podía verla, pero estaba segura de que ya estaba tirada sobre su cama, como siempre que hablábamos. –¿Ha pasado algo que deba saber?

–Pues... no, nada nuevo. Simplemente que es un puto capullo.

–Pero eso no es una novedad, ¿no? –rio con ganas, haciendo que yo también riese. –Tú ten cuidado con él, que ya sabes cómo es. Mira lo que le dejaron en la puerta...

–¿Qué insinúas? –pregunté al darme cuenta de por dónde estaba yendo aquella conversación.

–Que a ver si te va a dejar un regalito a ti...

–¡Dios, Skye! ¿Por quién me tomas?

–Joder... no te juzgaría, ¿vale? –respondió algo a la defensiva. –Seamos sinceras... El imbécil está buenísimo, pero es una red flag andante.

–Sí, ya me he dado cuenta...

–¿Ha pasado algo? –lo preguntó realmente interesada, como si su vida dependiese de aquella respuesta.

–No...

–No pareces muy convencida –canturreó con gracia.

–Es que... el otro día llegamos al límite –intenté explicar, a pesar de que ni yo misma sabía muy bien cómo hacerlo.

–¿Qué límite? –suspiré sin saber muy bien cómo expresarlo. –No me asustes, Lilibeth...

–Joder, no pasó nada. Pero hubo... algo –Skye carraspeó al otro lado de la línea y supe perfectamente que quería saber más. –Había mucha tensión, ¿vale?

The Babysitter | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora