XV.

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–Llegas tarde

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–Llegas tarde... como siempre –murmuró Max cuando me abrió la puerta de su casa, dejándome pasar. –Te libras porque Daniel siempre llegará más tarde que tú.

Desvié la mirada hacia el salón, allí donde Ivy se encontraba sentada en el sofá junto a una enorme bolsa, esperando a que Daniel viniese a buscarla. Todavía me parecía increíble el hecho de que Max hubiese cambiado tanto su actitud. Se había vuelto más responsable; más padre.

–¿Me estás escuchando? –preguntó Max a la vez que chasqueaba sus dedos frente a mis narices. –Que si quieres algo de beber –repitió con algo de pesar.

–Eh... sí, claro –acepté rápidamente, intentando centrarme.

–¿Vino blanco? –preguntó yendo hacia la cocina.

–Sí, pero poco –fui hacia el sofá sin darle más vueltas.

Aquella pequeña que me sonreía desde la distancia, me esperaba con los brazos abiertos. Y rio cuando me senté a su lado, tumbándola sobre su espalda, recorriendo su barriguita con la mano en un intento por hacerle cosquillas. Sus carcajadas se extendieron por toda la casa, subiéndome el ánimo de forma instantánea.

–Aquí tienes –la voz de Max hizo que me voltease. Con el brazo extendido, me tendía una copa de vino blanco que no dudé en aceptar.

–¿Te deja dormir por las noches? –pregunté antes de dar el primer sorbo.

–Depende del día –respondió mirando a la pequeña, y supe de inmediato que algo había cambiado en su interior. La miraba con cariño, con un amor que nunca antes había visto en él. –¿Qué pasa? ¿Quieres hacer turnos de noche? ¿Necesitas dinero?

–¿Qué? ¡No! Estoy perfectamente –respondí riendo ligeramente.

–¿Estás segura? Si necesitas más dinero, tan solo tienes que decírmelo. Hay confianza entre nosotros, ¿no? –sus palabras me tomaron por sorpresa. ¿Quién era aquel hombre que tenía frente a mi?

–Max, estoy bien. Lo juro.

Él simplemente se mordió el labio inferior mientras se mostraba pensativo. ¿Estaba preocupándose por mi? ¿Max? Tenía que ser una broma.

Antes de que pudiese darle más vueltas, el timbre nos sobresaltó a ambos, sacándonos de aquel trance en el que nos habíamos sumido. Fue Max quién fue a responder, abriendo la puerta y dejando paso a un Daniel que nos miró a ambos con una sonrisa juguetona.

–A pasarlo bien, ¿no? –bromeó el australiano dirigiéndome la mirada.

–Joder... –murmuré llevándome la copa de nuevo a los labios, sintiendo cómo empezaba a subir el calor a mis mejillas.

–Lárgate de una puta vez –exigió Max una vez su amigo tomó a Ivy en brazos.

–De nada por el favor, eh –sus carcajadas se desvanecieron en el mismo instante en el que Max cerró la puerta, devolviéndonos a un silencio tranquilizador.

The Babysitter | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora