Prólogo

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Se estaba ahogando. El agua le presionaba la sienes, la ropa se le pegaba a la piel como si quisiera fundirse con ella y las burbujas que escapaban de su boca se perdían en la oscuridad del océano.

"Ayuda, por favor", gritaba en su mente. Aunque pudiera hablar nadie la escucharía. No sabe cuanto tiempo llevaba tratando de alcanzar la superficie, solo que cada vez le parecía mas lejana, que el cuerpo le pesaba mas con cada segundo que pasaba... y se estaba quedando sin fuerzas.

Es irónico que vaya a morir así cuando lleva toda su vida amando el océano. Es una pena que su amor por el mar vaya a morir con ella. Es inútil seguir luchando. Le duele todo el cuerpo, siente pinchazos en los pulmones, esta mareada y su vista empieza a nublarse.

"Lo siento", piensa con la imagen de sus padres y de sus hermanos en la cabeza, deja que su cuerpo busque el aire que no va a encontrar.

Cierra los ojos y se entrega a la frialdad del océano, preparada para que suceda lo inevitable. Se estaba entregando a el mar que siempre a amado y aunque este fuese su final, no se arrepiente de decidir trabajar con el mar como buza profesional y bióloga marina, moriría haciendo lo que mas amaba.

Lo último que pudo ver antes de perder el conocimiento fueron un par de ojos gatunos, brillando intensamente en la oscuridad, rodeados de un aura de misterio y calidez.

***

El agua estaba en calma aquella noche, pero el pulso de Jennie latía con una urgencia que no había sentido antes. Algo, una conexión inexplicable, la arrastró hacia las profundidades en dirección a donde sintió que una fuerza la llamaba. A medida que se sumergía en el azul oscuro, el silencio la envolvía, pero su corazón era un estruendo en sus oídos, impulsándola a nadar más rápido, a llegar a tiempo.

De pronto, la vio. Una pelirroja, estaba descendiendo lentamente, su cuerpo luchando instintivamente contra el agua que la rodeaba, pero cada movimiento era más débil que el anterior. Jennie sintió una punzada de pánico cuando observó cómo la chica se hundía en las gélidas profundidades, perdiendo la batalla contra la fuerza implacable del océano.

Jennie no podía permitir una muerte en su hogar, no es su presencia. Con un destello de determinación, se lanzó hacia la pelirroja, su cola de sirena propulsándola con una velocidad y gracia inhumanas. En cuestión de segundos, la rodeó con sus brazos firmes, sintiendo cómo el cuerpo de la chica estaba frío al contacto, su respiración casi inexistente. Jennie acercó a la pelirroja hacia su pecho, protegiéndola con su calor mientras se impulsaba hacia la superficie.

La luz de la luna rompió el horizonte justo cuando Jennie emergió del agua, con Lisa en sus brazos. La sirena buscó rápidamente un lugar seguro, avistando una pequeña cala oculta entre las rocas, un refugio perfecto donde podrían estar a salvo, lejos de miradas curiosas. Jennie nadó hacia la orilla, el agua acariciando sus escamas mientras llevaba a Lisa fuera del alcance de las olas.

Con mucho cuidado, Jennie depositó a Lisa sobre la arena húmeda, su respiración entrecortada por el esfuerzo. De pronto, sintió como algo cambiaba en ella y una tenue luz aparecía en su cola. Ancho los ojos al ver que su cola había cambiado a un par de piernas humanas, sonrío, al fin había heredado el poder de su madre, todo gracias a hacer un acto de valor y de bien, todo gracias a esa hermosa pelirroja.

Se arrodilló a su lado, sus ojos recorriendo cada centímetro del rostro de Lisa, como si quisiera memorizar cada detalle en ese momento de vulnerabilidad. Las gotas de agua resbalaban por las mejillas de Lisa, mezclándose con el sudor frío que perlaba su frente.

Jennie sintió que su corazón se encogía. Nunca había visto a alguien asi, tan hermosa, freagil, tan humana. A pesar de ser una criatura del mar, una sirena con poderes que desafiaban la comprensión de cualquier mortal, Jennie se sentía impotente al verla así. Su reciente atracción por la pelirroja era tan profundo como el océano mismo, y en ese instante, se dio cuenta de que haría cualquier cosa para mantenerla a salvo, incluso si eso significaba continuar ocultando su verdadera naturaleza.

Inclinándose sobre ella, Jennie apartó un mechón de cabello húmedo de la frente de Lisa, sus dedos temblorosos por la emoción y el miedo. Se acercó más, susurrando con la voz rota por la preocupación.

-Tranquila, mi amor... -murmuró, su tono lleno de una ternura que solo reservaba para Lisa. -Estás a salvo... yo te tengo. No dejaré que nada te haga daño. -no la conocía, no conocía su nombre ni nada, pero sabía que esa conexión que había sentido no era nada mas que el destino.

Jennie se quedó allí, observando cómo Lisa comenzaba a respirar con más regularidad, con el pecho subiendo y bajando lentamente bajo la luz de la luna. Aunque sabía que Lisa no podía escucharla en ese momento, necesitaba decirlo, necesitaba creer que todo estaría bien. Las palabras flotaron en el aire entre ellas, cargadas de promesas que Jennie sabía que tendría que cumplir, incluso si ello significaba que algún día tendría que revelarle el mayor de los secretos.



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Mareas del Destino [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora