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En las profundidades del océano, donde los rayos del sol apenas se filtraban y la oscuridad era perforada solo por los destellos de criaturas marinas luminiscentes, se encontraba el reino de las sirenas. Corrientes cálidas se deslizaban suavemente a través de los vastos arrecifes de coral, acariciando los vibrantes jardines submarinos y las estructuras de concha y piedra que formaban el hogar de las sirenas. En el centro de todo, resplandeciente como una joya oculta, se alzaba el palacio de coral. La estructura, moldeada por el mismo mar durante siglos, brillaba con tonos azulados y verdosos, reflejando la vida que florecía en el fondo marino. Los pilares de coral se elevaban hacia la superficie, y en su interior, las luces naturales del océano bailaban en las paredes.

Jennie nadaba lentamente entre los jardines de algas y corales, su cola dorada centelleando a cada movimiento. Sentía una inquietud en el pecho que no podía ignorar, una sensación que había estado creciendo desde el día que salvó a Lisa. A su lado, Rosé nadaba con la misma gracia, pero con una expresión más relajada, observando a su amiga en silencio. Sabía que algo la perturbaba.

-Has estado callada desde hace días. -comentó Rosé, rompiendo el silencio con su voz suave, mientras nadaba más cerca de Jennie.

Jennie giró la cabeza hacia ella, su expresión distante. 

-Es esa chica... no puedo dejar de pensar en ella. -Rosé arqueó una ceja con curiosidad. 

-La humana que salvaste. ¿Qué hay con ella?

Jennie dejó escapar un suspiro, sus ojos dirigiéndose hacia la lejana superficie, tan inaccesible desde las profundidades en las que se encontraban. 

-Hay algo más, Rosé. No sé qué es, pero siento una conexión con ella, algo que no había sentido antes. Es extraño, pero intenso.

Rosé nadó a su lado en silencio por unos momentos, intentando procesar las palabras de su amiga. Ella también había oído historias sobre sirenas que desarrollaban vínculos con humanos, pero siempre acababan en tragedia. Sin embargo, nunca había visto a Jennie tan afectada por alguien de la superficie.

-¿Y crees que esto es diferente a las historias que hemos escuchado? -preguntó Rosé, intentando no sonar demasiado escéptica.

Jennie asintió lentamente. 

-Lo sé. Las historias siempre terminan mal, pero... no puedo ignorarlo.

Mientras nadaban hacia el palacio, una figura imponente emergió desde el fondo. Era Thalassa, la madre de Jennie, y la sirena suprema del océano. Su presencia era majestuosa y dominante; su cola era más larga y brillante que la de cualquier otra sirena, con un azul profundo que evocaba las partes más misteriosas del océano. Sus ojos, del mismo color, parecían contener la sabiduría de mil años bajo el agua. Thalassa sostenía en una mano su cetro de coral y perlas, símbolo de su autoridad en las profundidades, y su mera presencia imponía respeto.

-Jennie. -dijo Thalassa, su voz resonando como el rugido suave de las olas. -He oído tu conversación.

Jennie se tensó, pero nadó hacia su madre con respeto, bajando la cabeza levemente. Rosé, por su parte, retrocedió unos metros, sabiendo que la situación era delicada.

-Madre... -comenzó Jennie, intentando encontrar las palabras adecuadas. -Hay una humana... La salvé, pero siento algo por ella, algo que no puedo explicar. Una conexión que nunca había sentido.

Thalassa frunció el ceño, sus ojos brillando con una mezcla de sabiduría y preocupación. Nadó lentamente hacia Jennie, examinándola con una mirada penetrante.

-Jennie, sabes lo peligroso que es lo que estás diciendo. Nuestro mundo y el de ellos están separados por una razón. Las sirenas no deben involucrarse con los humanos. No es solo una cuestión de reglas, es una cuestión de supervivencia. -su voz era firme, pero había un toque de preocupación maternal en sus palabras.

Mareas del Destino [Jenlisa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora