¡Que comience el juego! HAHAHA

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Tarde - Candyland

-—Hoo Chester, ¿podrías hacerme un favor?— dijo Mandy con su voz suave.

Chester llegó rápido, casi tropezando en su prisa por complacerla. -Sí, ¿dígame qué ocupa, caramelito?- respondió con una sonrisa tan dulce que podría haberle dado una caries al instante.

Mandy, sosteniendo una nota con una sonrisa que no prometía nada bueno -Eehhh sí, quería que me consigas esto de la lista- su tono tan meloso que Chester sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

Chester echó un vistazo rápido a la nota y su cara se arrugó como si hubiera mordido un limón. -¿Pero esto no queda hasta el otro lado de la ciudad?- preguntó, ya sintiendo el cansancio antes de haber comenzado.

—Sí, ¿algún problema con eso?— Mandy arqueó una ceja, sus labios formando un puchero tan forzado que Chester se sintió como un villano de cuentos de hadas

—¡No! Ninguno, yo daría la vuelta al mundo por ti, hehehe— dijo Chester, tratando de ocultar su fastidio detrás de su risa nerviosa. ¿Quién no?

se retiró apresuradamente, pero no lo suficientemente rápido como para evitar ser escuchado por Penny y Meg, quienes escuchaban desde la cocina

—¿Qué crees que haya pasado entre esos dos? O sea, hace una semana eran tan insoportablemente cursis—

dijo Meg, frunciendo el ceño como si tratara de resolver un complicado acertijo.

Penny se sobó la barbilla, adoptando una pose de detective. —Creo que Mandy se enteró de que Chester le pone los cuernos— sugirió, con un tono de voz que indicaba que estaba convencida.

—¿¡En serio?! ¿Con quién?— sus ojos agrandándose con el chisme potencial.

Penny soltó su diagnóstico como un médico dando una mala noticia. —Yo creo que Mandy ya se enteró de que Chester es gay.—

Meg golpeó a Penny en la espalda, haciéndola tambalearse. —¡Eso no!—

lanzando una mirada enojada. —¿Entonces qué sentido le encuentras, Meg?— replicó, todavía sosteniendo su teoría como si fuera la verdad absoluta.

Pues ninguna, pero sabemos que Mandy no es así. Solamente nos sobreexplota laboralmente, nada más.—

—Sí, ¿qué podrá ser?— Penny murmuró, mientras se oía a Mandy que fingir una risa tan forzada que hasta un muñeco de ventrílocuo lo habría hecho mejor.

Lo que fuera que estaba pasando, estaba claro que no era asunto de ellas, pero eso no las detenía de imaginar las posibilidades más absurdas.



























Más tarde

Mandy, no satisfecha con su primera prueba, decidió poner a Chester a prueba nuevamente.

—Bueno, Chester, ahora quiero que te uses de banquito para alcanzar la caja de allá arriba— ordenó, su voz suave pero con una autoridad.

Chester miró la caja, luego miró a Mandy, y luego a la caja otra vez. —¿No sería mejor que traiga su banco real?— sugirió con cautela, esperando que el sentido común prevaleciera.

Caramelos del Destino: Dulces Travesuras en Candyland (Chester X Mandy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora